Quería volver al hotel inmediatamente para juntar sus cosas y poder marcharse lo antes posible, pero Seokjin lo llevó a rastras a la heladería más cercana, con el maletín lleno de armas y todo.

Con medio kilo de helado en mano, Seokjin caminó a su lado hasta el hotel, viéndose cada vez más contento y relajado con cada cucharada. El viajecito de vuelta a Dobong fue mucho más relajado que cuando abandonaron la ciudad, quizás porque no estaban en camino a algo potencialmente peligroso.


Taehyung estaba profundamente dormido en su regazo mientras jugueteaba con los teléfonos que los agentes les habían dado en la base. Al principio solo lo había hecho por curiosidad y aburrimiento, pero después de tanto toquetearlos, encontró algo mucho mejor para hacer con ellos.

Aparte de ellos dos no había nadie en la casa, Seokjin había salido para buscar a Hoseok y a Yoongi, mientras que Jimin estaba como siempre en el hospital cumpliendo con sus obligaciones. Una vez pusieron un pie en la casa fue muy difícil evitar que Taehyung se pegara a él como un chicle; evidentemente su hermanito había estado demasiado preocupado por él durante su ausencia.

Estaba terminando de jugar con el teléfono de Seokjin, o en este caso, Junseo, cuando el dueño ingresó de nuevo a la estancia. Lucía un poco cansado, pero no exactamente de forma física. Quién sabe qué había pasado con Yoongi y Hoseok para que volviera suspirando de esa forma.

—¿Qué haces con los teléfonos? —preguntó una vez lo vio desde el pasillo que daba a la entrada.

—Digamos que me deshice de algunas cosas que les instalaron para espiarnos —respondió Namjoon sonriendo debido a lo emocionado que estaba—. Entre otras cosas tenían localizadores y grabadores de voz para escuchar nuestras llamadas.

—¿Y no se darán cuenta de que las quitaste?

Negó con la cabeza.

—Me aseguré de ello —con extremo cuidado, Namjoon ubicó la cabeza de Taehyung sobre una almohada para que él pudiera levantarse y entregarle el teléfono—. ¿Y los chicos?

La simple mención pareció agotarle la paciencia. Seokjin rodó los ojos y caminó hacia la cocina metiéndose el teléfono en el bolsillo trasero del pantalón. El suéter turquesa que llevaba, acompañado de sus jeans rasgados, acentuaba su figura de una forma espectacular. Su pequeña cintura y sus hombros anchos resaltaban bajo la tela.

Casi sin darse cuenta, Namjoon adivinó que el mayor iría directo hacia el congelador, solo para encontrarlo vacío de lo que más quería: helado. Quería hablarle respecto a esa obsesión que tenía, pero tampoco estaba seguro de saber bien qué decirle sobre ello.

—Están en medio de algo que les asignó mi padre. Vendrán en cuanto terminen —Jin cerró el congelador con cierta rabia—. ¿Qué pasó con todo el helado que teníamos?

—Creo que Tae y Jimin se lo comieron todo mientras no estábamos —murmuró acercándose a él y envolviéndolo desde atrás por la cintura. Su altura hacía que ubicar la barbilla sobre su hombro fuera muy cómodo—. ¿Vas a decirme por qué andas comiendo tanto helado o seguirás pretendiendo indiferencia?

Conteniendo una risa, Seokjin colocó ambas manos sobre las suyas e inclinó la cabeza para recostarla contra la sien de Namjoon.

—¿Alguna vez te he dicho lo mucho que me pone que hackees? —la voz de Seokjin era grave y algo rasposa, sonaba casi como un ronroneo—. Eso que hiciste con los teléfonos fue asombroso.

Sin embargo eso no era lo más importante de todo, lo era el asunto del helado. Pero por el tono de voz y la forma en la que había decidido saltar el tema, supo que no conseguiría una respuesta en ese momento. Presionarlo a que respondiera a sus preguntas solo haría que se enfadara y no era el momento de generar problemas entre ellos. Lo necesitaba más que nunca.

—Creí que ya no querías que hackee.

—Solo porque era lo más seguro, pero es realmente atractivo.

—Mi hermano está en la sala.

—Solo por eso sigues vestido.

Sabía que Seokjin no estaba siendo del todo sincero y que solo quería desviar su atención, pero tampoco podía decírselo. Apartó la cabeza, depositó un beso en su hombro y se apartó, volviendo a la sala como si aquella conversación no hubiera ocurrido. Taehyung murmuraba entre sueños bisílabos que sonaban demasiado similares a Jimin.

El amor que su hermano menor sentía por aquel enfermero era demasiado intenso y puro. Algunas veces le preocupaba que el menor pudiera salir herido, pero al mismo tiempo confiaba en Jimin lo suficiente para que sus miedos lo molestaran. Ya le había confiado la vida de su hermano menor en demasiadas ocasiones y hasta el momento no lo había decepcionado.

Escuchó el tintineo de unas llaves. Arqueó una ceja.

—¿Irás a comprar más helado?

—Ya lo creo, a menos de que quieras interrogarme de nuevo —Seokjin lo miró desde su posición cerca de la entrada sonriendo con algo de arrogancia.

—No lo haré.

—Gracias, regreso enseguida.

No podría huir para siempre de sus preguntas de todos modos.

Durante la noche, ambos se dedicaron a explicarle a sus amigos la situación por la que estaban por pasar, pero aún más importante, Namjoon le rogó a los ex compañeros de Jin que por favor cuidaran a su hermano mientras no estaban. Si bien no podrían estar allí las veinticuatro horas del día para vigilarlos, podrían estar a disposición de los menores si acaso eran necesarios.

Para Yoongi fue casi un insulto que se lo pidiera, pues hubiera cuidado a Taehyung aunque Namjoon no lo creyera necesario. Para Jungkook, que de alguna forma había terminado haciéndose el mejor amigo de la parejita, también era un poco ofensivo que le rogaran protección. Para él era un placer tener una excusa para estar en el apartamento y ocupar la consola junto a Tae, el único que realmente era rival para él.

Aún quedaba una semana de tiempo antes de tener que ir a Gangnam por tiempo indefinido, pero había muchos preparativos en la mente de ambos. Una vez allá afuera no podrían fiarse de nadie más que ellos mismos y por ende tenían que estar listos en caso de que ocurriera una desgracia. No solo tendrían a Jeonghan como enemigo, sino que al mismísimo NIS.

Por ello tenía preparada una serie de protocolos en la computadora de Taehyung que el chico podría ejecutar fácilmente en caso de emergencias. Algo parecido a quema de brujas, que consistía en filtrar información de Noir en la red en caso de que Younghwan se atreviera a hacerle algo a Seokjin. Realmente no tenían mucho en contra del NIS, pero lo poco serviría para algo.

Una vez que Seokjin consiguió todas las armas y herramientas que consideraba necesarias, dedicó casi todo su tiempo libre a ponerse en forma. Nunca había dejado el ejercicio de lado, incluso después de salir de su organización, pero en la semana empezó un régimen bastante intenso.

Verlo hacer sentadillas, lagartijas o encontrarse con él sudado en la entrada después de salir a correr no había ayudado mucho a la salud mental de Namjoon, pero tampoco podía quejarse. Bueno, quejarse un poco sí que podía, por el hecho de que el ejercicio lo dejaba tan agotado que casi no tenía ganas de nada más que dormir por la noche, pero tampoco se le antojó quejarse por ello.

Con ejercicios intensos o sin ellos, Seokjin nunca dejó sus pequeños hábitos de lado y siguió esquivando todas sus preguntas ingeniosamente, hasta que se acabó el tiempo.

Ese martes por la mañana estaban todos. Habían hecho todo lo posible para cubrir cualquier agujero o controlar casualidades que surgieran y estaba seguro de que no habían olvidado nada, pero aún así tenía la frustrante sensación de que algo se les escapaba. Ya solo podía confiar en que sus amigos podrían contra cualquier casualidad.

Ahora lo más importante se reducía a ellos: volver a casa.

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