Cap. 38: Fuera de lo común

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Él pone en marcha la moto, mientras  le abrazo su cintura y veo como todo se queda atrás. Hemos pasado la calle para ir a su casa.

­—Alex, ¿a dónde vamos?

—Es una sorpresa. 

Va, desde cuando Alex me quiere dar sorpresas. Hemos llegado a un lugar muy tranquilo, pasamos algunos arbustos, y ya no hay nada. Sólo se escuchan olas y gaviotas, estamos en el mar.

­— ¡Woow que hermosa playa!, ¿dónde estamos?  -le digo con una sonrisa de oreja a oreja.

­—Salimos de la ciudad y te traje a la playa más cercana y hermosa, como tú.

—Eres un encanto Alex.

—No tanto como tu hermosa.

El me abraza y me dirige a sus labios y de un momento a otro nos encontramos con respiraciones cortadas, pero él se detiene y me da la vuelta, abrazándome de la cintura y se recarga en mi hombro.

—Layra, sé que eres muy joven y que yo ya estoy anciano, pero quiero que sepas que si en algún momento te arrepientes, estarás en tu derecho.

—No digas eso, eres simplemente lo mejor que me ha pasado, ni porque me llevaras ochenta años te dejaría, digo habría mucha diferencia y nos dirían muchas cosas, pero a la mierda la opinión de los demás –me da un poquito de miedo que Alex piense en eso.

—No te quiero perder, es eso.

—Y no lo harás. Nunca me perderás, porque tú eres mi oxigeno que necesito en mis pulmones, eres mi refugio, mi seguridad, mi sueño, y mi felicidad… eres mi compañía, mi ser y mi alma.

—Es que al ver lo que hizo Max con Hannah, no tiene perdón.

—Se merece un golpe entre ceja, oreja y sien.

— ¿Lo sabes?

—Si no para que me lo comentas.

—Tienes razón, pero vamos, no te traje para hablar de más problemas, te metes al mar o te meto yo.

—Pero Alex, no traigo traje de baño.

— ¿Y qué? Yo tampoco –él me dice mientras él se va desnudando poco a poco hasta quedar en boxers.

—Estas enfermo si crees que me voy a meter al mar.

— ¿Ah no? –él se acerca hacia mí, besándome un poco en los labios, en el cuello, mientras me quita mi suéter de la escuela, mi blusa y siento como baja mi cierre de la falda.

— ¡Alex!

— ¿Qué? Te dije que si no yo te iba a meter.

—No es eso, me da… pena.

—Mi vida no tienes que tener pena hacia mí, te considero hermosa, tengas un ojo, una oreja o estés calva. Te amo por lo que eres no por como luces, así que nada de pena –siento como cada vez más va bajando mi falda. Él se agacha y recoge la falda de la arena, me baja una calceta, después la otra y amontona la ropa en un lugar, dejándome parada con mis manos tapándome mis bragas y mi sostén negro, para el colmo hoy se me ocurrió ponerme el negro.

—Vamos –caminamos un poco hacia el mar.

— ¡Mierda! ¡Esta helada! –digo haciéndome hacia atrás.

— ¡Que esperabas es el mar!

—Pues si… pero…

—Nada de peros vienes hacia acá. –me dice cargándome y llevándome al mar, por más que trato de luchar jamás podré vencerle, es muy fuerte, parezco renacuajo retorciéndome, pero es en vano, en un dos por tres, estoy adentro del agua con una temperatura de ochocientos cinco grados menos cero.

Clases Prohibidas ©Where stories live. Discover now