Epílogo.

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A través de los años, Yuri no había perdido el brillo en su mirada. Ese brillo que Victor solía comparar constantemente con el de un millón de estrellas.

—¿Qué sucede? —preguntó el asiático descansando sus manos sobre el pecho del ruso, el cuál estaba cubierto por su camisa blanca y un chaleco gris oxford.

—Nada, nada. —respondió mientras tomaba la diestra de Yuri para acto seguido depositar un beso delicado sobre el dorso.

El pelinegro no pareció estar convencido por la respuesta e hizo un puchero como los que solía hacer cuando ellos eran tan sólo un par de adolescentes confundidos y desesperados por respuestas.

Una década había transcurrido desde aquellas vacaciones en la playa donde prometieron intentar una relación; que si bien no había sido nada sencillo, ambos pusieron todo de ellos para que funcionara porque Victor realmente creía que habían nacido para estar juntos, como si fuesen almas gemelas o sus parejas correspondientes en el hilo rojo.

Y como en toda relación tuvieron sus altibajos. Que fueran almas gemelas no significaba que no peleasen, no obstante, intentaban solucionar los problemas.

Después de la universidad y tras conseguir un empleo, tomaron la decisión de vivir juntos, compartir de una forma diferente sus vidas. 

En un inicio, Victor creyó que sería todo miel sobre hojuelas, que la vida sería aún más rosa... Claro error.

Conoció detalles de Yuri que no le gustaban, como cuando el pelinegro dejaba los exámenes de sus alumnos donde encontrase lugar o cuando dejaba las tazas semi-llenas de café negro en la barra en la cocina provocando, todos los días, un accidente en el piso.

Sin embargo, esas pequeñas cosas y las discusiones que tenían no capaces de opacar la felicidad y dicha que florecía en su pecho cada vez que Yuri preparaba creppas para ver alguna película muy mala en su barato pero acogedor sofá o cuando de la nada -y mientras él se duchaba- entraba en silencio para después dar paso a una sesión acalorada de besos.

Con veintiocho años Victor había aprendido un par de cosas a lo largo de su vida: las personas que deben quedarse en tu vida, lo harán. Las que sólo formaban parte de un momento, debías de dejarlas ir y agradecer que participaron en algún momento.

Con veintiocho años y mirando a su novio con el mismo amor que sentía a los dieciocho Victor comprendió que deseaba que Yuri estuviese a su lado en esa vida y en las siguientes que tuvieran.

—Te amo. —murmuró acariciando la cintura de su Luna.

—Te amo. —obtuvo una respuesta casi de inmediata llena de sinceridad.

Cuando era un adolescente le fue muy difícil entender a Yuri. Muchas veces llegó a preguntarse por qué actuaba de cierta manera e incluso se cuestionó si estaba tomando una decisión correcta... Sin embargo, en la actualidad el ruso comprendió lo siguiente: jamás lo entendería.

Comenzó a entender eso el día que llegó a su departamento muy cansado después de estar horas frente al computador y Yuri lo recibió con la noticia de que había decidido que quería cambiar el orden de todos los muebles y de paso, pintar todas las paredes de su pequeño apartamento.

En ese momento, simplemente se encogió de hombros y procedió a ayudarle... Aún conservaba la playera manchada de pintura en el cajón de sus pijamas.

Jamás entendería a Yuri, pero estaría ahí, justo a su lado, para seguir cada locura e intentar ser su apoyo. Estaría cerca y lo amaría porque Yuri era su Luna y él era el Sol de Yuri. 

La música en el fondo se escuchaba de forma suave, como las olas de aquella noche a sus dieciocho donde Yuri le confesó, tras un delicado beso, cuánto lo amaba. Ninguno sabía muy bien cuando tiempo llevaban balanceándose en la boda de su amigo Leo, estaban tan perdidos en sí mismos que no se percataban que muchos invitados estaban retirándose pues los novios se habían ido desde hace algunas horas.

—¿Qué te parece si adoptamos un cachorro? —preguntó Yuri, separándose lo suficiente para conectar sus miradas.

—¡Me encanta la idea! —no era secreto que ambos eran dog lovers... De hecho era bastante curioso que aún no hubiese adoptado a ninguno.

Charlaron animadamente sobre el nombre o si preferían tener un cachorro o cachorra incluso comenzaron a planificar quién sacaría a su próxima mascota a hacer sus necesidades por la mañana.

Por largos años Victor se cuestionó un sinfín de cosas. Algunas veces obtuvo respuestas, algunas veces no. De igual forma, aprendió que ciertas preguntas debían hacerse en el momento adecuado... Y algunas otras de forma espontánea.

Y volviendo a mirar los puros ojos de Yuri, esos achocolatados ojos rasgados que desde que era un adolescente le cautivaron supo que era el momento de hacer una de las preguntas más importantes de su vida.

—¿Te casas conmigo?

Por unos segundos el rostro de Yuri permaneció en blanco, sorprendido, procesando la pregunta recién hecha. 

Aunque lentamente, y dejándolo con un hermoso sentir en su pecho, una sonrisa vibrante se extendió por todo su rostro acompañado de un ligero sonrojo en sus mofletes. Si bien sus ojos ya eran resplandecientes, en esos momentos, brillaban como si hubiese estrella fugaz en cada uno de ellos.

Y esa fue la respuesta que más le gustó a Victor. 

*Supiro* Estos niños, estos niños

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*Supiro* Estos niños, estos niños. 

¡Muchísimas gracias a todes por leer esta historia! Me hace muy feliz poder completar otra. <3 Espero que hayan disfrutado de éste fic. <3

Long live! <3

xHaruKatsuki se despide, ¡nos vemos! Muak muak. 


Questions and Answers.  [Victuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora