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No debo ser optimista.

Las palabras de James son exactamente lo que menos debería de recordar, pero es lo que cada día que miro a Trevor en coma, se me viene a la mente.

Nueve días y diez horas son exactamente lo que llevamos en ésta habitación. La rutina que me impuse comienza a ser cada día menos dolorosa. Asear a mi esposo es algo que me reconforta, porque siento su piel caliente, puedo tocarlo y puedo olerlo, el olor tan característico a roble. No sé si es la loción que él usaba que se adhería a sus poros, pero era lo que tenía conmigo. Además del sonido repetitivo de sus latidos.

No había dejado que Lottie viniera a aquí, le había pedido que por favor se encargara de la casa y de todo lo que fuese necesario en ausencia de Trevor y mía.

Mientras que los chicos tomaban el lugar de Trevor por ahora, Anastasia y Max estaban atravesando una perdida dolorosa, Anastasia tuvo un aborto. Max y ella se habían refugiado en su nuevo hogar. Matt y Andrea... dejaré eso para luego. Pete se aseguraba de que Faustino tuviera todos los recursos que necesitara, ya que el otro guardaespaldas que iba conduciendo, no sobrevivió.

No sabía si haber tenido a Trevor sobre mí había sido una bendición, porque Trevor había sido el escudo perfecto para nuestras bebés. Si él hubiese estado en su lugar con su cinturón, todo hubiese sido distinto. Y quizá no tuviese a mis bebés tampoco.

No puedo acostarme con Trevor, y sé que su subconsciente me está gruñendo en desaprobación. Si estuviera despierto, estaría moviéndose a un lado haciéndome lugar, para acariciarme la barriga.

Es jodidamente lo que estoy esperando, que despierte y me diga que quiere tocar a las bebés.

—El señor Hodgson está mejorando, y se le ve — La enfermera que me ayuda a asearlo, es muy optimista. Mucho más que James — He visto pacientes en peores situaciones; salir caminando de aquí. El señor Hodgson será uno de ellos, se lo aseguro.

Acariciar el torso desnudo de Trevor y sentir su corazón bajo mi palma era lo primero que hacía al despertar. Antes de siquiera ir al baño, mis pies iban directo a la cama y a tocar su corazón. Aunque escuchara sus latidos en el monitor, quería asegurarme de que estuviera calientito.

Y ver cómo su ritmo se aceleraba momentáneamente por mí, era lo más satisfactorio del mundo.

—Oh, Trevor...

La voz femenina llena la estancia. Levanto la mirada de mi libro y la poso en la mujer que entra a la habitación de Trevor, su madre.

Tan latina como yo, su madre se veía muchísimo más joven que cualquier otra mujer de setenta años lo haría.

Su cabello oscuro, hacían juego con el avellana de sus ojos. El mismo color que los zafiros de Trevor tenían cuando se oscurecían, brillantes, llenos de misterio también.

La piel bronceada también era la que Trevor tenía cuando tomaba sol, en nuestra luna de miel por ejemplo. De resto permanecía pálida.

Trevor se parecía a su madre muchísimo, pero quizá tuviera mucho más parecido con su padre, ya que los trillizos, James y Trevor, eran idénticos.

—Martha — Susurré, sus ojos se desviaron rápidamente a mí y miró mi barriga, su boca abriéndose con sorpresa.

— ¡Oh por Dios, estás embarazada! — Su sorpresa era muy evidente, yo asentí. Y recibí el abrazo que me ofreció — ¡Rosalie, estoy tan sorprendida y emocionada de que tú y Trevor vayan a tener un bebé!

—Tendremos dos, dos niñas — Asiento a ella con confianza.

— ¡Que grata sorpresa!

Que Martha viera a su hijo y compartiera unos minutos conmigo, fue un subidón a mi confianza.

Encuéntrame.Where stories live. Discover now