Prólogo

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Trevor.

Me deshago el nudo de la corbata con intenciones de darme una ducha antes de salir al centro de Londres a una reunión con Matt y Tyler en HBGH Technology, no son ni las diez de la mañana, el día apenas comienza. Aunque para mí comenzó desde hace mucho tiempo.

La alta voz se activa y la voz de Anastasia llena mi despacho.

—La señorita de la Rosa se instalará en la residencia de Mayfair. Solo me informó de un Golden Retriever acompañándola — Me quedé quieto escuchando a mí secretaria — Le he despejado el penúltimo piso del edificio para instalarla en el último, y a usted en el penúltimo.

— ¿A qué hora va a llegar?

—A las seis, trasladé las teleconferencias y compromisos de esa hora hasta el día de mañana.

—Perfecto, Anastasia, gracias.

—Otra cosa, solo se informó de un Golden Retriever, viene sin auto y tal parece sin equipaje. La señorita de la Fuente me llamó ayer por la noche para comunicarme sobre la contratación de un servicio de limpieza, un guardaespaldas chófer, y un auto. Además de abastecer tanto la cocina como su guardarropa.

—Traslada a María y Chester Pérez, asígnale la Range Rover, y haz todo lo necesario. Llama a Charlotthe y dile que necesito verla.

—La señorita de la Fuente está subiendo a su oficina en éste momento, le haré entrar.

—Esta bien, gracias — Respondí simplemente.

Cuando me giré al estante privado que solo podía ver yo desde mi escritorio; el vello se me erizó.

Rosalie estaba de pie, con la espalda arqueada y sus labios posados sobre los míos, en Flux; un pub en New York. Fue hace un año con exactitud, estaba borracha.
Estaba cumpliendo dieciocho años, aunque por su nueva identidad, estaba cumpliendo veinte.

Pudo haber pasado un año, yo lo recordaba como si hubiese sido el fin de semana pasado.

— ¿Dónde está? — Dejé el vaso de hielo sobre el escritorio y me enfrenté a Carolina.

Ella estaba sonrojada, los labios le temblaban y una capa de sudor perlaba sobre sus senos. Tenía puesto un vestido corto por encima de la rodilla, se ajustaba a sus piernas tonificadas, al igual que la tela se aferraba a su abdomen, marcándole los abdominales y cubriendo sus senos sobresalientes.

Si no fuese por sus ojos, por su cabello y por su voz, no la hubiese reconocido. Tenía los pómulos rellenados, sus labios inyectados, y se había hecho una rinoplastia. Se había operado los senos y el culo. Pero sus ojos, la cortina de cabello y su voz, seguían siendo los mismos.

Cuando me llamaron de Flux diciéndome que había una mujer identificada como Charlotthe de la Fuente, con una chica que se llamaba Rosalie de la Rosa, supuse que era ella.

En menos de treinta minutos estuve en Flux.

—Ella no puede verte — Susurró, y se encogió de frío — ¿Qué haces tú aquí?

—Éste local es mío — Le recordé con voz fría — ¿En dónde está?

—Trevor, los tres llegamos a un acuerdo — Me recordó — Tu lo prometiste, tu prometiste que no interferirías.

Apreté los puños, furioso.

— ¿Está bien? — Gruñí, ella asintió, relajándose.

—Rosalinda es feliz, Trevor. Y cuando no lo sea, ya sabes lo que pasará.

No prologué la conversación, le di una mirada furibunda y ella alzó la barbilla.

Encuéntrame.Where stories live. Discover now