8

63 7 0
                                    

Creo recordar que no lloré cuando volví a casa; ni cuando falleció mi hermana; ni cuando murieron mis abuelos. Y la primera vez que me levantaron la mano tampoco lloré.

Así que, ¿por qué estoy llorando ahora?

El agarre de Simón es más fuerte cuando comienzo a hipear del llanto. Prefiero no pensar en nada y rodear su cintura con mis brazos y atraerlo más a mi cuerpo.

Siento cómo comienza a acariciar mi cabello de forma lenta y cuidadosa. Yo me limito a esconder mi rostro entre su cuello y su hombro y busco normalizar mi respiración. Siempre he dicho que el contacto físico está de más, pero con él es totalmente diferente.

Comienza a aflojar y decido apartarme de su cuerpo. Al mirarlo a los ojos me percato de que él lloró conmigo.

Sinceramente, encuentro detestable que me tengan lástima, y que me vean llorar es lo más aberrante de todo.

—Suficiente— digo, caminando hacia atrás y ganando espacio.

—El orgullo, entonces— dice secándose una lágrima que caía por su mejilla derecha —Necesitabas descargar, está bien—.

—No creo que seas quién para decir tal cosa. Simplemente no te metas— camino amenazante hacia él, pero ni siquiera se inmuta.

—Mirame— señala sus ojos —No me das miedo— agarra mi cara y, con rapidez, deja un casto beso sobre mis labios —Me tengo que ir. Hacete ver ese moretón y cuidate— dice dándome la espalda. Abraza a Joaquin y se marcha.

Atónito, me quedo en mi lugar viéndolo marchar. Nunca jamás nadie había sido capaz de no sentirse intimidado por mí. Él acaba de romper mi orgullo.

—Yo todavía no me voy. Volvé a la Tierra, pelotudo— Joaco se para delante mío y agita su mano en mi cara —Sabés que te quiero, no nos peleemos. Y no hagas con Simón lo mismo que hiciste con esa chica—.

—No metas a Laura. Ella sí sufrió posta. Por eso la alejé. No quiero que este pobre pibe pase por lo mismo— le explico aún mirando hacia donde Simón se fue —Y andate a casa que ya se hizo muy tarde—.

—Bueno, pero dame un abrazo— no lo dudo mucho y nos abrazamos fuertemente. No se compara con el abrazo de Simón, pero sí me percato de la preocupación que este abrazo conlleva.

Al separarnos vuelve a pedir que le avise si algo malo sucede nuevamente. Lo veo irse y pienso en lo que va a suceder si vuelvo a pisar esa casa.

NicolásWhere stories live. Discover now