6

75 7 0
                                    

La semana transcurre de forma muy tranquila y sin problemas. Mamá no estuvo presente en ningún momento y papá estuvo entretenido trabajando. Lo que, para mi suerte, fue la paz.

Logré encontrar tiempo para pasar junto a mis amigos y poder conocer a Simón. Debo reconocer que me gusta mucho su personalidad e insisto en que es un pibe re tierno. Aunque no pudimos vernos mucho, intercambiamos números telefónicos y hablamos mucho y bastante seguido.

Hoy es sábado, son las diez de la noche y estoy cenando inquietantemente tranquilo junto a mi viejo. El solo echo de intentar mirarlo me produce miedo, y no he logrado hacer contacto visual con él por ese mismo motivo; lo intenté varias veces pero algo me obligaba a evitarlo.

—¿Cómo te está yendo en la facultad?— sentí cómo mi corazón dejó bombear sangre, mi cuerpo no responde y creo tener la cara sobre mi plato de comida. No sé qué hacer, el miedo acaba de paralizarme completamente. Si contesto y no le gusta, no sé cómo se lo pueda tomar. Y si no le contesto... —Te hice una pregunta y me gustaría que me contestaras—.

—Bien— contesto de forma automática.

—¿Parciales?—

—Tuve uno ayer...— mi mandíbula tiembla demasiado —El miércoles me entero la nota— de forma insegura levanto mi mirada y en la suya observo impaciencia y desesperación.

—¿Habías estudiado?— parece ser un interrogatorio.

—Sí. Todos los días—.

—No me interesa— ¿y para qué pregunta? —Quiero que dejes la facultad y dejes tus "trabajitos". Vas a empezar a laburar conmigo—.

—¡¿Qué?! ¡No! ¡¿Por qué?! ¡Si me está yendo bien, te dije!— es la primera vez que le contesto y creo que mi miedo queda nulo.

—¡NO ME INTERESA! ¡TE DIJE QUE VAS A DEJAR ESA MIERDA Y VAS A EMPEZAR A TRABAJAR CONMIGO!— dicho esto, deja su asiento para revolear su plato en mi dirección. Tuve suerte de haberlo esquivado —¡VAS A DEJAR DE SER UN PUTO DE MIERDA Y TE VAS A HACER HOMBRE!— se está sacado demasiado. Tanto, que se está poniendo colorado del enojo —Ya vas a ver. Te voy a sacar esas porquerías que tenés en la cabeza y te voy a enseñar cómo es el mundo— dice entre dientes parándose a mi lado, me agarra del pelo con fuerza y levanta mi cabeza; me obliga a mirarlo y el miedo vuelve a instalarse en mi cuerpo.

Tironea tan fuertemente de mi pelo que me levanta de la silla solo para golpear mi mandíbula, haciendo que caiga al piso. Del doble impacto mi vista se nubla y mis oídos conienzan a zumbar. Pero creo que se está tomando su tiempo para insultarme, como de costumbre.

Siento cómo sostiene uno de mis brazos, me arrastra por el suelo hasta llegar a la calle y comienza a golpear mi espalda y costillas. Aunque no pueda moverme, logro abrir los ojos y ver a un matrimonio vecino que conocemos de toda la vida. Sé que no se meten por el mismo motivo por el cuál no logro discutir con ellos, por miedo. Pero, cada vez que pueden me animan a denunciarlos, lo que no sirve de nada, ya que nadie me cree.

Solo observan el límite de este ser, que más que un humano es una bestia. A quien no le importa que haya gente mirando lo que hace en plena calle, a los gritos pelados y sin miedo de matarme en frente de nadie. "Correctivos" les dice.

—¡Y MÁS TE VALE QUE NO VUELVAS HASTA QUE HAYAS HECHO LO QUE TE DIJE!— concluye pateando nuevamente mi mandíbula y se mete a la casa cerrando la puerta con fuerza. En tanto, yo sigo tirado en el suelo mirando a la nada y sin moverme.

—Algún día este chico va a aparecer muerto— le dice la señora a su marido, mietras este me levanta del suelo —Tenés que irte de este infierno, nene. No podés seguir así— prefiero no contestarle, siempre termino discutiendo con la gente cuando les digo que no puedo irme.

—Dejalo, ma. Ya va a saber qué hacer. Mirá, Nico, ahí viene Joaco—.

—Gracias— contesto como puedo, me siento morir.

—La puta que lo parió, Nicolás hijo de puta—.

—Hola...—.

NicolásWhere stories live. Discover now