capitulo 17

3.4K 280 2
                                    


Cuando el lugar comenzó a llenarse de grandes grupos de adolescentes dimos por finalizada nuestra comida. Podría quédame allí con él y charlar eternamente, porque más allá de cualquier pícaro comentario cada tanto o cada mucho, Aitor, era agradable. No sé cómo explicarlo pero al parecer tenía la capacidad de hacerlo todo más fácil.

– ¿Te parece si pedimos la cuenta? –dije dejando mi vaso vacío al lado del suyo también libre de todo líquido.

–Ahora cuando venga la chica, pago y... –no lo creo.

–Pagamos. –interrumpí.

– ¿Qué?

–Vamos a medias... –dije segura. Si bien no salí de casa pensando en comer con él, tenía algo de plata en mi bolso y no me gusta eso de que el hombre tenga que invitar por el simple hecho de tener algo colgando entre sus piernas. Con Santi o vamos a medias siempre o el invita algo y yo otra cosa, así funciona para mí.

–Emma, yo invito. –hizo una seña a la moza.

–No, Aiton. No me gusta... ¿Cuál es el problema en compartir los gastos? –mientras agarraba mi bolso para buscar plata.

–Yo tuve la idea de la pizza, yo te invite desde un principio, ni te gastes porque no lo vas a lograr. –Esa estúpida miradita de yo controlo todo no me estaba haciendo gracia.

–Yo cuando salgo a comer con alguien siempre pago la mitad, es mi manera de ser, espero que lo entiendas y no te comportes como un completo tarado.

– ¿Y eso a mí me importa por qué? –me agarro de la mano que con la cual estaba buscando en mi bolso y tiró para abajo, como evitando que siguiera buscando, en eso levante la vista cruzándome con su mirada. – Mira farolitos, no voy a discutir esto pero si te hace sentir mejor, ¿por qué no lo arreglamos más tarde con otra cosa? Un trago, un café, un helado, lo que te haga más feliz, eh.

Mi mente dio mil vueltas, ya había un "más tarde" entre nosotros. Este es el preciso momento donde tengo ganas de golpearlo porque no es justo que sea así. Siempre consigue lo que quiere.

El problema es que dice algo que no me gusta o hace algo increíblemente estúpido que me dice: aléjate de él, en todos los idiomas pero luego dice algo increíblemente bueno, me mira a los ojos, hace esa estúpida sonrisa que me vuelve loca y ya está. No solo lo arregla todo sino que a mí se me dispara la cabeza, terminando con una sonrisa boba. Es imposible encontrar un equilibrio en mi ser porque nunca sé con qué me va a salir y como voy a reaccionar a eso.

Me dio una larga mirada yo asentí aceptando sus bases y condiciones hasta que la moza llego, Aiton pagó y yo seguía inmersa en toda mi demencia.

– ¿Vamos? –me tendió la mano para levantarme.

–Vamos.

Una vez de pie caminamos hacia la salida con su mano en la parte baja de mi espalda, ¿y ahora qué? Dudé antes de girarnos en dirección a su auto, pero Aitor no titubeó.

–Te llevo a tu casa, dale. –lo miré, si eso pasaba ya no tendría escapatoria a eso le pongo la firma. Pero por un momento bajó la mirada y cuando la volvió a mí con el ceño fruncido, una duda se instaló en su rostro. –Eh... Puedo dejarte una cuadra antes si es él lo que te preocupa.

Oh, oh. Había interpretado mal las cosas, se ve que estaba siendo demasiado confusa hasta para él.

– ¿Por qué fingís conmigo si las cosas están tan expuesta entre nosotros? Como si no supieras que Santiago está en un viaje de negocios todo el fin de semana –hizo un gesto de sorpresa– no te creo que trabajen juntos y no lo sepas.

–Cierto... ¿Y entonces por qué esa cara?

–No te quiero molestar, ya me trajiste a comer. Puedo tomar un taxi...

– ¿Es en serio? –No, tengo miedo de lo que pueda pasar si me llevas a casa. Jamás se lo diría, ah pero cierto que mis ojos locos me venden.

–Si.

–Vamos farolitos, solo necesito que me guíes. –Otra vez esa sonrisa confianzuda.

¿Si ya estamos en el baile? Bailamos.

Moví mis piernas hasta el lado del acompañante, con Aiton al lado mío, manejando, hormonas de felicidad inundaron mi cabeza, demostrando una vez más lo idiota que era cuando se trataba de él. El viaje no fue muy largo ya que no vivo muy lejos del bar, solo un par de cuadras, tan pocas que los escasos minutos parecieron segundos.

–Acá está bien, vivo en aquel edificio. –Dije señalando la torre que se levantaba a nuestra derecha. –Gracias por todo Aiton. No te voy a mentir, creo que después de lo de anoche con última persona que pensaba pasar la tarde era con vos... Pero la pase bien, estuvo mejor que quedarme encerrada viendo series.

Cruda verdad.

–Lo de anoche fue divertido. –Se rió por lo bajo. –Tenías que haber visto tu cara cuando tu novio nos presentaba.

–Eh... Yo no le encuentro lo gracioso. –Volvió a reír más fuerte y esta vez me contagio. Solté una carcajada pero trate de convertirla en tos, ¿de verdad me estaba riendo de mi misma? Aunque admito que mi cara debió haber sido todo un poema.

Lo miré desde mi asiento de acompañante.

–Otra vez estás haciendo eso con los ojos. –Y se acercó un poco más a mí. Empezó a hacer demasiado calor y no pude pasar por alto el espacio reducido de su auto. Pero aguanta Emma, no podes ser tan fácil querida, las posibilidades de que lo invite a subir estaban en un ochenta por ciento no y veinte por ciento si –Igual me encanta que estés muerta por mí.

– ¿Y por casa cómo andamos? –Vamos. Una chica tiene orgullo y yo voy a pelear por el mío, si estaba afuera de mi departamento no es solo por cualquier estupidez que hago cuando lo miro. Levante aún más mi rostro para hacerle frente.

–Tengo la necesidad de tenerte cerca, aunque estés un poco loca es extrañamente divertido pasar tiempo con vos farolitos. – Se acercó más y las posibilidades se movieron. Sesenta no-cuarenta sí.

–Es bueno que lo admitas, puede que no hagas nada con los ojos pero pones demasiado esfuerzo en impresionarme. –dije retándolo sin miedo.

–Obvio que lo hago. –Se rió en voz baja con mucha malicia viendo como todo se inclinaba a su favor, al parecer mi absurdo juego de porcentajes ya estaba en un noventa-diez a su favor. Una mierda. – Y funciona, de otro modo no estarías comiéndome con la mirada...

– ¡¿Es un chiste?! –Empezó a reír hasta que se le achinaron los ojitos.

–Amo tus reacciones, me divierte tanto molestarte.

Cerré los ojos por un momento, esto estaba mal, ni siquiera sabía por qué pero empecé a reír también, tan cerca de él que apoye mi frente en la suya. No lo podía evitar, toda su fanfarronería me causaban demasiada gracias. Cuando abrí los ojos me estaba mirando, parecía tranquilo. El idiota arrogante, tan perfecto, tan confiado, tan seguro de haber ganado.

Bien, reconozcamos la derrota. Abrí mi boca y atiné a decir lo único que mi mente pudo vislumbrar.

–Vamos, te debo un café por la comida.

InesperadoWhere stories live. Discover now