capitulo 13

3.6K 298 16
                                    



Cuando se fue, ¡OH SANTO DIOS!

El peso de mil ladrillos cayeron sobre mi espalda, haciéndome temblar las piernas, él aire de repente se hizo escaso. No sabía cómo había hecho para superar ese momento, mis nervios estaban rotos.

– ¡Emma! ¿Estás bien? –preguntó Santi al notar el temblor en todo mi cuerpo.

–Sí, solo... Puede que se me haya bajado un poco la presión por la gente, no sé, yo solo... –tartamudee y luego trague saliva– creo que necesito un minuto afuera.

– ¿Querés que te acompañe?

–No, está bien. Vos quédate acá con tus compañeros, yo... Yo voy a buscar un poco de aire y vuelvo.

–Pero, ¿estás segura que estas bien?

Le di la mejor sonrisa que pude en el momento tratando de tranquilizarlo. –Sí, Santi.

Después de eso hui despavorida, claro por dentro, por fuera debía mantener la compostura, no podía dar ningún numerito dramático allí. Caminé por un pasillo eterno donde se encontraban los baños y al final había un gran ventanal, no sabía si podía abrirlo o no pero no me importó, corrí una de las enormes cortinas borgoña y abrí la puerta que se escondía tras ella. Un balcón apareció de inmediato frente a mis pies, salí lo más rápido que pude arrimando las puertas a mis espaldas. El viento frio y húmedo de la noche azotaba mi cara, suspiré con alivio, mi pelo se movía a la par del aire que corría a mí alrededor. La noche era fría, oscura y miserable, prácticamente como mi vida en ese momento. Caminé unos pasos hacia la baranda del balcón observando el patio inmenso, perfectamente cuidado metros bajo mis pies, apoyé mis codos en ella y escondí mi rostro entre mis manos.

¿Cuándo todo se me había salido de control? Llorar en aquel momento era una buena manera de sacarlo todo pero no era el lugar y reír, mi situación apestaba demasiado como para ser divertida, a menos que sea una loca maniática. Otro suspiro afligido vino a mí, era tan obvio que no lo pude ver, cuando siempre haces las cosas bien, el día que haces algo mal todo sale como la mierda. Este toque de rebeldía ya no se siente tan bien, me siento tan estúpida por pensar que esto podría salir bien. Al final del día la realidad llega y te pega una cachetada tan fuerte que hasta puedo sentir el dolor en mis mejillas.

Me lo merezco.

Estaba tan hundida en mis pensamientos que no escuche la puerta detrás de mí.

–Así que Emma eh... Me gusta.

No me giré, no fue necesario. Sabía perfectamente que estaba ahí, se acercó y posó sus brazos sobre la baranda al igual que yo con la mirada al frente.

– ¿Tengo que decirte que me gusta tu nombre? –Me gustaba.

–Solo si lo crees. –Tomó un tragó de una de las dos copas que traía en las manos. –El punto realmente era iniciar una conversación.

–Me gusta. –dije seca pero sincera.

–Lo sabía.

– ¿Sabías que me gustaría tu nombre?

–Sé que te gusto, ¿por qué no te gustaría mi nombre? Sería paradójico.

¡Ja!. Ahí está, es un auténtico cretino. Aunque dio en el ángulo. Apreté los dientes e intenté sonreír.

–No estoy segura de que entremos los tres en este balcón, digo, vos, tu grandísimo ego y yo. –Podríamos ser cuatro con mi miseria sin embargo mejor eso me lo guardo.

–Los ojos te delatan, demasiado pura para hacer algo fuera de lugar, hasta que lo haces y las cosas no salen como esperabas, ¿cierto?

No respondí.

Me entregó una de sus copas.

–Salud Emma, un gusto conocerte.

Todo era tan extraño, nos conocíamos pero en cierto modo acabábamos de conocernos.

–Encantada Aiton. –Suavemente golpeamos las copas. Todo parecía el sueño más loco de un lunático pero aun así se sentía bien tenerlo a lado de esta manera, era la primera conversación intima sin caretas que teníamos. Creo que logró relajarme un poco...

–Este podría ser el principio de algo bueno. –Tomó un gran sorbo de su copa.

–O el final inminente de algo que nunca debió ser.

Negó con la cabeza –Es el principio, créeme. Nunca me equivoco.

–Hay una primera vez para todo. –Sino no estaría en este enredo, dulce y amargo enredo.

– ¿En qué estás pensando? –preguntó, acercándose.

Tomé valor, el poco que me quedaba podría entrar en un puño. Me giré parándome derecha frente a él y mirándolo a los ojos e intentando no perderme en ellos. Sin duda, la tarea más complicada que alguna vez tuve –No lo sé, decímelo vos, ya que mis ojos parecen hablar por sí solos.

Se adelantó un pasó más con una leve sonrisa. Eso fue todo, alucinaba otra vez. Mis labios por sí solo le mostraron una media sonrisa idiota, me tenía fascinada el maldito. Mierda, es hermoso, perfecto, tentador y peligroso.

– ¿De verdad querés que te diga que veo en ellos? –¡Carajo! Cerré mis ojos, era obvio, ante él estaba tan expuesta. –Te pusiste roja, creo que estas teniendo pensamientos atrevidos, ¿eh?

–No.

Sí, lo estaba.

–Emma sos una mentirosa, los dos sabemos bien en que estás pensando. –Mi nombre en sus labios sonaba tan bien, lo odio por eso.

–No estoy pensando en nada.

Se acercó tanto a mi rostro que no solo me nubló la razón sino que prácticamente podía sentir su respiración. – ¿Segura?

–Aiton... Basta. –Mi cara estaba prendida fuego, la cordura la había perdido Dios sabe dónde. Y, sí. Sí que quería que me besara.

La puerta se golpeó por el viento y mi cerebro volvió a reaccionar, enviado todo tipo de señales de alerta a mi cuerpo, necesitaba salir corriendo de ahí antes que todo se saliera de control, de nuevo. Pero justamente si miraba a Aiton a los ojos perdía todo tipo de control sobre mí, el muy maldito lo sabía.

Tenía poder sobre mí.

Su mirada se deslizó hacia abajo, examinando todo mi cuerpo.

–Estas hermosa... Siempre lo estás.

–Gracias, pero basta por favor.

– ¿Basta con qué?

–Basta con todo Aiton, no me mires así.

–No importa cuánto te niegues a que pase, va a pasar, ya pasó y está pasando en este instante.

–Santiago está adentro, debo volver con él.

–Vos lo dijiste, debes. Pero no querés. –No, no quiero.

Baje los ojos. – ¿A dónde querés llegar con todo esto?

–A donde nos lleve.

–Eso ni siquiera parece una respuesta, esto es una estupidez, no tiene ni pies ni cabeza, ahora nos conocemos, yo estoy con Santiago, vos trabajas con él, es una locura, un maldito desastre. –Dije sacudiendo mi cabeza.

–Relájate Emma, no voy a hablar con él. –Me agarró del brazo.

–No creí que lo harías. –Me solté de su agarre y comencé a caminar hacia la puerta.

–Pero... –Me detuve en seco­.

– ¿Pero qué?

Me dio su mejor sonrisa. –Nos volveremos a ver.

No respondí, ya que no sabría que decirle, simplemente cruce la puerta y me fui.


InesperadoWhere stories live. Discover now