Estaban en un centro comercial cerca del apartamento de Jeyko. Según los planes, se encontrarían con él para encontrarle el traje adecuado para el gran día. Alex estaba impaciente, ya habían pasado las dos de la tarde y Jeyko no llegaba a pesar de la cercanía de su residencia. Juan estaba en un estado similar, aunque su actitud demostrara lo contrario. No podía evitar mirar el reloj cada vez que sentía que el tiempo se hacía más largo. Juan ya había elegido un traje para él; un smoking negro con corbatín, de corte bajo en la cintura, perfectamente ajustado a la estrechez de su cuerpo. Alex, por el contrario, creía haberse probado ya más de la mitad de los trajes en el almacén, aún sin elegir alguno que le gustase, sin embargo, Juan sabía que más allá de su disgusto con los trajes que de mala forma exageraban el tamaño de su espalda, su descontento se debía a la tardanza de Jeyko y la forma brusca en la que Ángel se había negado a hablar con ellos. Cuando finalmente Jeyko apareció por la puerta del establecimiento, Alex corrió hacia él lleno de interrogantes que calló en cuanto adivino el descontento de Jeyko en su rostro. Alex acorralado por la situación fue salvado por Juan que aun con el smoking puesto se acercó a ellos.

—¿Sucedió algo?

Los ojos de Jeyko se posaron sobre los de Juan, y por un momento se quedó atónito por la imagen ante sus ojos; el esbelto cuerpo de Juan quedaba completamente resaltado dentro de ese traje. Sin embargo, su disgusto era mayor al leve encantamiento y rápidamente contestó la pregunta.

—Se ha negado.

—¿Quién, a qué? —preguntó Alex aun sin entender.

—¿Te ha dicho por qué? —Continuó Juan.

—No, que estaba muy ocupado para eso, que no sabía siquiera si podría asistir ese día.

—¿Ocupado con qué? —dijo Alex al tanto de la situación.

Jeyko respiro hondo y negó con la cabeza luego trató en vano que sus labios dibujaran una sonrisa. No era el mejor día para elegir el traje con el que se casaría, sin embargo, la insistencia de Alex le ganó a su pesimismo, y ambos antes de que cayera la noche eligieron sus trajes. Alex se había decidido por un corte clásico en un traje gris con diminutas líneas negras, que lograron disminuir el tamaño de su espalda, con un chaleco del mismo tono, un pañuelo y una corbata lila que complementaron el conjunto. Jeyko por su parte Eligió un smoking negro similar al de Juan, junto con un chaleco del mismo color sobre una camisa y corbata plateada. Su cuerpo se alargó sustancialmente, su postura incluso se hizo más recta. Mientras se miraba al espejo se imaginó a Andrea en el vestido que en ese mismo instante ella estaría eligiendo. Los dos juntos frente al altar en la iglesia del centro, donde habría espacio para todos sus invitados; todos los que ella había agregado a la lista los últimos días y que no paraba de agregar. Sin embargo el espacio vació en su imaginación le hizo sentir un vacío del mismo tamaño en el estómago. Había conseguido el traje, solo le hacía falta convencer al que sería su padrino. Sabía que sin él en el altar le sería muy difícil casarse.

Esa mañana al igual que Alex y Juan, Jeyko había intentado comunicarse con Ángel. Luego del regreso de Andrea y de que este le hubiera acompañado al aeropuerto a recogerla, se habían visto un par de veces más, casualidades del destino había afirmado Ángel, más los encuentros casuales no habían pasado de ser eso, el distanciamiento de Ángel era cada vez mayor, y Jeyko no había desistido en la idea de que él sería su padrino, ni lo haría. Por eso, aprovechando una de esas casualidades del destino, Jeyko se atrevió a invitarlo a un par de tragos dos días antes de la prueba de trajes que Andrea había planeado con antelación y de la que Ángel ya estaba enterado.

Esta vez no habían ido al Gran conejo, el bullicio del lugar echaría a perder lo que Jeyko quería decirle a Ángel y no quería perder mayor detalle en lo que este podría decir. Fueron a un café cerca a la casa de los padres de Ángel, cada uno ordenó un expreso y algo de comer. Ángel se mostró molesto por el engaño, había sido invitado a tomar unos tragos y por el contrario había terminado en una cafetería de barrio tomando eso que no tenía nada parecido al anhelado alcohol. El enojo no se alargó luego de que Jeyko le dejara ver lo importante de su conversación.

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