Voces del pasado

Magsimula sa umpisa
                                    

— ¿Estás de acuerdo? —Preguntó Jia a Maryse y está se encogió de hombros.

—Claro —respondió monótona. Había estado así todo el día desde su llegada, Elizabeth presentía que no le daba buena espina a Maryse, y estaba en lo cierto—. Pueden tomarlo.

—De acuerdo —Elizabeth rascó el piso de madera con la punta de sus botas militares—. Me gustaría que estuviera aquí antes de las tres de la mañana.

Las tres de la mañana, además de ser para los mortales la hora maldita, es la hora mágica, donde las entradas de las dimensiones se cruzan y es posible para cualquier ser atravesarlas.

—No hay problema —Jia juntó las manos y sonrío forzosamente, mirando a la nada—. ¿Algo más?

La chica lo pensó, era una locura pero tenía que hacerlo. Debía hacerlo, y no sabía ni por qué.

—Alguien del Laberinto Espiral.

— ¿Quién? —Preguntaron al unísono Maryse y Jia, curiosas por la inusual petición, nadie salía del Laberinto Espiral una vez dentro.

—Theresa Gray.

Todos los Cazadores de Sombras estaban en sus casas, el toque de queda se había dado por órdenes de la Cónsul y la gente no podía salir hasta que se les indicara, que sería a las dos treinta de la madrugada. Los Cazadores de Sombras de Alacante acataron la orden sin chistar, el rumor del ejército había sido corrido, y por muy valientes que fueran se les erizaba la piel tan sólo de pensar en un ataque proveniente del Ejército Oscurecido.

Elizabeth era la única caminando pacíficamente por la Plaza del Ángel, se podía decir que iba bailando. Llevaba un par de horas recorriendo la ciudad y se dio cuenta que no importaba a dónde doblaba, las calles siempre parecían terminar en la Plaza del Ángel.

Pasó un grupo de Cazadores cargando costales con el logo del Laberinto Espiral, ella se impresionó, Jia era realmente rápida. Aunque lo que en verdad la movía era el instinto de supervivencia, no se le podía negar la admiración ante tal rapidez.

Realmente no sabía por qué quería a Teresa Gray, sólo la había conocido una vez, pero algo en su pecho le decía que tenía que hacerlo. A veces sucedía así, una pequeña voz en su cabeza le decía qué hacer y ella acataba las órdenes sin cuestionar.

Hacía un par de años corría el rumor de una pareja de parabatai que se habían enamorado de la misma chica, ella, impulsada por la curiosidad de lo que llamaban amor, había investigado. Encubierta, claro. Un chico era Jem Carstairs, víctima de una terrible enfermedad e hijo de una amiga de ella. El otro era Will Herondale, un chico que vivía por su parabatai.

Esa misma mañana habia visto a Jem, pero era el chico antes del yin-fen, su cabello negro había regresado y sus ojos habían dejado de ser plateados. Ella recordó al bebé que la madre de James le había dado en brazos, fue en el Instituto de Beijing, Elizabeth solía visitar mucho a la madre de Jem que usualmente estaba sola en el Instituto. Se habían hecho amigas a partir de su tienda de antigüedades que el ángel caído tenía. En cuanto vio las Marcas en la mujer, supo que no era humana. Así Elizabeth había terminado como maestra de Historia en el Instituto

—Felicidades —había dicho Elizabeth a Ke Wen Yu, o señora Carstairs.

—Gracias, sé que es algo muy inesperado, pero te ruego más que nunca tu ayuda con el Instituto.

La señora hablaba un inglés algo mal, por lo que Elizabeth se acostumbró a hablar chino con fluidez, además de que sus alumnos hablaban varios idiomas

—Nunca lo abandonaría por nada.

El día en que recibió la noticia de la muerte de los Carstairs, a Elizabeth se le rompió una parte de su corazón.

Cazadores de Sombras: La hija de Magnus BaneTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon