Algunas veces había besado a una que otra chica,alguna vez disfrutó de un beso tranquilo y nada demandante, no se podía quejar, le iba bien dada su condición. Tenía mas de lo que deseaba y soñó tener. Pero que equivocado había estado por tan largo tiempo, aquel beso no podía compararse con las tontas caricias que alguna vez compartió con desgana con las chicas que había tenido en su vida. Ese beso le estaba robando mucho mas que la voluntad, le estaba robando las últimas migajas de orgullo que le quedaba y reconocer que no era el beso de ninguna mujer lo que deseaba. Aun así cobró la lucidez y de golpe se quitó as manos de las mejillas y retrocedió.
La sonrisa que momentos antes presumió el gitano ya no estaba ahí. Tampoco entendía porqué estaba haciendo aquello, no es que se sintiera tan desesperado como para someter al soldado, porque ya puesta en eso, era el soldado el que se llevaría la peor parte.

—Yo... Olvidalo,no pasó nada. Dijo el gitano entre balbuceos después del embriagador beso que ambos compartieron. Amerís estaba tan abrumado y sorprendido para recriminar algo,aun así no pudo quitarle los ojos de encima al gitano cuando lo escuchó que se iba. ¿Qué había sido aquello? Aún no lograba reponerse del temblor que invadió a su cuerpo,con dedos trémulos tocó sus labios. Podía estar seguro de algo,ese imbécil gitano hizo algo que jamás debió haber pasado.

(...)

Ya lleva varias horas dándole vueltas al asunto y aquello parecía ser otra estúpida broma de Phillipe, no le cabía en la cabeza la idea de que que tuviera un hijo, no, eso sonaba imposible. El rey se había cuidado siempre lo suficiente como para caer en la trampa de cualquier mujer, era eso o la idea de que siempre creyó que el rey era estéril. Monseñor apretó el puño con rabia e impotencia. Debía averiguar si de verdad tenía un bastardo o solo era otro tonto juego en las múltiples borracheras del rey, no sabía si tomar a serio sus palabras o dejarlas pasar, pero aquello era tan sorprendente que no quería descartar la idea, pero no por la necesidad de ayudarle, no... Quería tener entre sus manos una forma de tener a Phillipe bajo control, y lo mejor de todo era que el mismo rey le había dado la herramienta.

(...)

El corazón de Gabrielle iba a explotar dentro de su pecho y todo el mundo se daría cuenta lo que estaba pasando por su mente, y no es que solo con eso lograran darse cuenta, quizá el tinte en sus mejillas también iba a delatarlo.

—¿Qué pasa contigo? ¿Acaso tienes fiebre? Foran subió el cabello de Gabrielle con su mano para colocarla en su frente y comprobar que el rubio estaba enfermo. Gabrielle le quitó la mano de un golpe al ver a Solan entrar en el comedor. El corazón se le aceleró de nuevo y a su cuerpo le invadió el nerviosismo.

—E.. Estoy bien.
Respondió Gabrielle y tomó la cuchara que estaba esperando para comer su sopa. Foran lo miró escéptico, entonces miró hasta dónde estaba Solan y entendió el nerviosismo de Gabrielle.

—Ya, no estas enfermo, por lo menos no de algo que tenga cura—murmuró el gitano.

—Cierra la boca, alguien va a escucharte. Volvió a poner toda su atención al planto de comida antes de que alguien les prestara atención.

—Nadie aquí nos mira a nosotros Gabrielle, nadie se interesa lo suficiente en ti como para darse cuenta de que Solan está interesado en.... Ya sabes en qué.

Gabrielle casi se ahoga con la sopa, no podía creer que Foran dijera eso.

Le lanzó una mirada cargada de odio al gitano,pero Foran se la devolvió con una sonrisita.

—Eres bastante idiota. reclamó Gabrielle.

—¿Algo que quieran compartir? Preguntaron, y Gabrielle y Foran subieron el rostro con sorpresa. El primero en responder fue el gitano.

—¿Eh? No no, nada fantome, sólo estamos charlando.

Gabrielle iba a decir algo, pero su garganta traicionera no le dejó decir algo.

—¡Mm! Me pregunto que clase de charla hace que tu amigo esté tan nervioso, y Foran... No me digas fantome.
El muchacho recordó con miedo que no debían de llamarle de esa manera a menos que fuera necesario.

—Lo siento Solan,fue un descuido. Bajó el rostro y apretó la mandíbula con fuerza al ser reprendido.

—Un descuido que si vuelva a pasar te costará diez azotes. Adasius no dijo nada nada, él era el encargado de aquel castigo, sin embargo siguió comiendo con tranquilidad.

Gabrielle abrió los ojos con sorpresa al escuchar a Solan. No estaba seguro de que fuera sólo una amenaza, no sabía si de verdad era capaz de hacer algo contra uno de los suyos. Entonces vio que Horas comenzó a decirle algo a Solan y éste le prestó atención de nuevo al gigante, y empezó a respirar de nuevo.

—Solan no está de humor

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—Solan no está de humor.
Ambos escucharon a Adasius reñirlos.

El Color del Dolor Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ