Capítulo 35: Crueldad

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-Lo encontramos-dijo Hisagi con la mirada ensombrecida. Ichigo no necesitó que le dijeran más para saber de quien le hablaba. De inmediato, y sin decir una palabra, partió detrás de Hisagi quien lo guió por el laberinto de cadáveres que era el terreno en que estaban, hasta llevarlo con el resto de sus amigos quienes estaban parados formando un semicírculo alrededor de un extraño bulto. Estos le abrieron paso a Ichigo para que se acercara al centro y lo que vio le dejó sin habla y con el corazón encogido.

El cuerpo estaba totalmente irreconocible, la carne estaba hundida y putrefacta. Lo único que quedaba para identificarlo era una lanza con plumas rojas al final con un grabado de un dragón oriental en la hoja metálica. Estaba firmemente sostenida por un brazo descompuesto que parecía aun conservar vida por la forma en que la aferraba. Estaba claro que su dueño había muerto peleando hasta el último aliento y todavía al llegar la muerte se negó a soltar su arma para partir con toda la dignidad y orgullo de un soldado. “Típico de Ikkaku”.

Los camaradas de Ichigo contemplaban con profunda tristeza el cuerpo de su amigo. En lo que quedaba de su rostro demacrado y agujereado por las larvas se podía apreciar que había muerto con una sonrisa.

-Vivió y murió como lo que era, un soldado formidable-dijo Rojuro detrás de Ichigo mientras este lidiaba con liberar la lanza del firme agarre del cadáver de Ikkaku.

-Me alegro de que Yumishika no hubiese venido con nosotros. Ya ha pasado por mucho como para tener que presenciar está escena también.

-Tiene razón majestad. Esperemos terminar antes de que el segundo grupo nos de alcance. De seguro Shinji ya está por volver y nos traerá información del enemigo.

-Esperemos que así sea Aikawa.

La tarea de enterrar a todos los cuerpos de los soldados karakenos les tomó un par de días. Y cuando se terminó se hizo una sencilla ceremonia de despedida y continuaron la marcha. Hubiese sido más rápido quemarlos pero no querían que sus enemigos conocieran su posición por el humo, deseaban ser ellos los que los sorprendieran y acabaran con el mayor número posible de rivales. Como esperaban Shinji se encontró con ellos y traía información sobre las fuerzas enemigas. Ichigo mandó a que montaran el campamento en aquel lugar y de inmediato se comenzaron con los preparativos. Una vez todo listo se llevó a Shinji y al resto de sus amigos, junto con los capitanes de los soldados, a su tienda, para debatir cual sería su siguiente paso.

Mientras conversaban dentro, los soldados encargados de montar guardia, se mantenían alerta por si algún enemigo se acercaba, acabar con él de inmediato. La masacre de sus camaradas les había quitado todo rastro de piedad para con los kurovinos y los salvajes, y deseaban poder pagarles con la misma moneda. Por eso en cuanto escucharon las espuelas de unos caballos acercándose a trote se prepararon para atacar en cuanto los tuvieran a la vista. El líder de ellos sostenía firmemente su espada, deseoso de bañarla con la sangre de algún kurovino. Pero se decepcionó cuando pudo ver la silueta de las dos personas que se acercaban. Uno vestía simples ropas mientras el otro iba dentro de una reluciente armadura plateada. Ambos no parecían ser peligrosos pero aún así no aflojó el agarre de su espada y con paso decido caminó hasta los dos desconocidos que fueron desacelerando el ritmo hasta llegar a él.

-¿Quienes son ustedes? ¿Que hacen aquí?

-Mi señor es un soldado que ha venido a luchar por el reino de Karakura, y yo soy su escudero-respondió el de ropa simple, un hombre alto, fornido y pelirrojo, con tatuajes en el rostro.

-¿A qué casa sirve tu señor?-le preguntó el soldado con desconfianza.

-A ninguna y a todas. Mi señor está consagrado al reino de Karakura.

Corazones en GuerraWhere stories live. Discover now