Capítulo 1: Sorpresa

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Cuando menos lo esperamos la vida da un giro de 180º y queramos o no, debemos adaptarnos a las circunstancias aunque estas no se adapten a nosotros.

Sol Jimena Rodríguez

Cualquiera que tuviera que estar en su lugar ese día, diría que no y se iría corriendo lo más rápido que pudiera pero no él, que había entrenado desde niño para situaciones como esa. El sonido del metal contra metal era música para sus oídos y había que admitirlo, él sabía bailar muy bien esa melodía. Pero era lo que se esperaba del heredero del gran reino de Karakura, el príncipe Ichigo Kurosaki quien se encontraba en medio de una feroz batalla. Veinte de sus hombres para cien bárbaros. Aún en esas condiciones no sentía miedo, solo la adrenalina corriendo por su cuerpo cada vez que blandía su espada contra sus enemigos. Había perdido su escudo y su caballo, y la sangre le empañaba la vista del ojo izquierdo a causa del golpe que le propiciaron en la cabeza con un mandoble que terminó dañándole el casco por lo que se deshizo de él y siguió luchando junto con sus camaradas hasta que no quedó ni un enemigo de pie, la danza había terminado y los veinte hombres de Karakura resultaron vencedores, heridos sí, pero todos vivos y eso mostraba el poder del ejercito Karakeno. La bandera del sol dorado sobre el cielo rojo del atardecer, que era el emblema de la familia real hondeo en medio del campo de batalla y los soldados celebraron otra victoria que conseguía el príncipe.

Después de quemar los cadáveres de sus enemigos y tratar sus heridas y lesiones todos se propusieron celebrar

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Después de quemar los cadáveres de sus enemigos y tratar sus heridas y lesiones todos se propusieron celebrar. Se encontraban en los límites del reino alejados de cualquier ciudad pero había pequeñas aldeas por la frontera que se mantenían al margen de los reinos para no verse involucrados en sus guerras pero que de vez en cuando eran atacados por bandidos y los soldados Karakenos acudían a ayudarlos por lo que siempre eran bien recibidos por los aldeanos y esta vez no fue la excepción.

Los aldeanos le dieron de comer, los invitaron a alojarse en sus humildes hogares para descansar y en la noche organizaron una bonita fiesta. Todos ayudaron con los preparativos e hicieron una gran hoguera para iluminar la noche que estuvo acompañada dé música y baile, y no faltó una que otra aldeana que intentó cortejar al príncipe de Karakura pero Ichigo las evadió y se mantuvo rodeado de sus compañeros. Así es como se imaginaba que sería su vida, no sentado en un trono incómodo, rodeado de ancianos aburridos escuchando las quejas de un pueblo siempre inconforme. El quería sentarse en la silla de un caballo cabalgando junto a sus compañeros y escuchar el sonido del metal chocar contra metal y luego celebrar sus victorias. No quería ser el rey de Karakura, solo quería ser un soldado común y corriente, y que las personas lo conocieran por cómo era, no por lo que era.

Por eso ahora que su padre había ido a firmar la paz con el rey Kyosiro, conversó con él antes de partir y acordaron que Isshin reinaría por seis años más hasta que sus hermanas fueran mayores de edad y una de ellas se convirtiera en reina y así Ichigo tendría la vida normal que tanto deseaba, conocería el amor de manera normal y viviría feliz. Tenía todo su futuro planeado y lo mejor es que no era solo un sueño ya que su padre le dio su aprobación. Pero como siempre sucede ponemos todas nuestras esperanzas trazando planes y el destino se divierte torciéndolos a su gusto.

A la mañana siguiente se despidieron de los aldeanos y partieron de regreso al reino. Atravesaron el bosque y salieron al camino real que atraviesa el reino de norte a sur donde una comitiva de soldados del palacio real los alcanzó pidiendo hablar con el príncipe. Ichigo salió de entre sus hombres y uno de los guardias le tendió un sobre con el sello real estampado en cera roja. Tomó el sobre y sacó la carta que contenía. Enseguida reconoció la letra de su madre pero no comprendió lo que leía y tuvo que leerla dos veces más para captar el mensaje, y cuando lo hiso sus ojos se abrieron tanto que parecía que se saldrían de sus cuencas. Al ver que no reaccionaba su mejor amigo y hermano de batalla, Sado, o como él lo llamaba Chad, se acercó a él con cara de preocupado.

-¿Ichigo, qué sucede?

Ichigo no escuchó a Chad llamarlo y este tuvo que zarandearlo para que reaccionara, entonces Ichigo levantó la vista de la carta y lo miró a los ojos como si acabara de despertar de un hechizo y solo dijo cuatro palabras. –El rey ha muerto.

 –El rey ha muerto

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Corazones en GuerraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora