Entre las risas y las sonrisas emergentes, tuvo el impulso de decirle a Jimin que sería de esa manera siempre. Que contaba con su apoyo hiciera lo que hiciera, sin importar dónde o cómo estuviera. No había condiciones ni alguna objeción, era su sinceridad esta vez sin miedos cubriéndola. Pero entonces tuvo que detenerse un poco, pues a pesar de que estaba seguro de que Jimin ya lo sabía, alguien llamando a la puerta los interrumpió.

Al levantarse del suelo entonces, tuvo un poco de miedo, pues recorrer el lugar y mirar las maletas de Jimin y todas sus cosas empacadas y listas para alejarse de él, creyó que todo era un mal sueño. Y recordó cuando Jimin le advirtió aquella vez, en la que había tenido ganas de esconderse y no enfrentar el rechazo de Yoongi, que nunca había sido un cobarde, ¿empezaría a serlo ahora?

Tomó aire, y se negó mil veces a sí mismo dicho hecho. Hace mucho tiempo lo había sido, y se había esforzado mucho para hacer que dejara de ser así. No importaba cuántas personas más se lo dijeran, eso acerca de que seguía siendo un niño y no comprendía tantas cosas de vivir, él ya no era débil y no quería serlo de nuevo sólo porque alguna veces se sentía perdido.

Y entonces de repente, su mente enfrentándolo, le presentaba justo frente al corazón, cada uno de los recuerdos y sentimientos que por Yoongi nacieron, recordándole que algo tan bueno como eso no lo volvería a tener y que sí se distraía sólo un momento, volvería a ser el cobarde de antes, casi derrumbando en un segundo lo que le costó construir en años. La mente sólo necesita una grieta, un minúsculo espacio que dejemos descuidado y en bandeja de oro, para hacer entrar la tristeza a todos nuestros demás lugares, para que se adhiera al estómago, a los pulmones, al corazón y al alma, intoxicándonos poco a poco, hasta hacernos sentir tan vulnerables y deshechos.

Sólo es cuestión de tiempo, ¿cierto? Las cosas tristes siempre lo son. Él sabía muy bien acerca de esperar, lo hizo ocho años por una promesa hueca, ¿por qué sentía que no podría hacerlo de nuevo? Si después de todo, crecer nos enseña que las promesas pueden romperse si nadie se da cuenta de que caen.

—Jungkook... — una voz extrañamente familiar lo llamó, sacándolo de ese desagradable encuentro que tuvo con la realidad en medio de todo. Sus ojos se posaron en los de Taehyung, percatándose de que lo estaba mirando, como quién supiese todo lo que tenía por reparar y estuviera dispuesto a ayudarlo.

Jimin a su lado lo estaba mirando también, como si esperara que algo malo pasara, pero aún sin hacerlo del todo. Sólo sonrió calmo cuando consiguió contacto visual con Jungkook por un segundo, asegurando que todo estaría bien si tan sólo podían verse los unos a los otros, sin necesitar palabra alguna. Pronto dio media vuelta, y comenzó a cargar sus pertenencias, saliendo del departamento para llevarlas a la camioneta de Taehyung.

—Hola, Taehyung... — saludó, porque se dio cuenta de que había pasado ya un tiempo desde la última vez que lo miró. El mayor le sonrió agradecido de ser considerado, y de que tenía la oportunidad para enmendar sus errores.

—Yoongi te manda ésto. — Taehyung se inclinó un poco y logró tomar entre sus manos la mano derecha de Jungkook. El menor se sintió confundido los primeros segundos, pero después comprendió menos las cosas, cuando un pequeño pedazo de papel doblado en cuatro partes fue escondido en la palma de su mano, mientras el contrario la cerraba, empuñando y manteniendo seguro ese secreto que solamente a Jungkook le pertenecía y que por fin sería revelado.

— ¿Qué?... — Jungkook buscó respuestas en la mirada amable de Taehyung, pero realmente sólo pudo sentirse más confundido, en una parte por la intriga y en otra por el hecho de que Yoongi le había mandado algo. Procuró no alterarse, porque con sólo pensar en que todo involucraba a Yoongi, podía sentirse sumamente ansioso. — ¿Qué es?...

Taehyung guardó sus manos en los bolsillos de su pantalón y mantuvo una mirada serena, como si todo el misterio no estuviera poniendo de nervios al menor. Le sonrió seguro, como si algo bueno estuviese por ocurrir justo frente a él.

—Asegúrate de leerla bien, no sabes lo difícil que fue conseguirla para ti. — habló con simpatía, a Jungkook le dio la impresión de que estuviera contándole una anécdota divertida y tuviese la obligación de sonreír de vuelta, pero no podía. —Antes eras sólo un niño y no pudiste sólo tomar a Yoongi entre tus brazos y hacer que cumpliera su promesa, de cualquier forma eso suena extraño, ¿no?... — rió ligero de su propio comentario, y Jungkook sólo podía verlo atentamente, intentando comprenderlo. —Pero ahora es diferente, eres un hombre, y puedes hacer que Yoongi deje de tenerle miedo a todo lo que siente por ti, si lo atrapas entre tus brazos y lo besas para que calle su boca de una vez y cumpla lo que te prometió.

Taehyung fue objeto de la mirada sorprendida del menor en él, y no podía hacer más que sonreírle, porque está vez estaba haciendo las cosas correctamente.

Cuando salió del departamento cargando la última caja de las cosas de Jimin, solamente se escuchó en la estancia el sonido del agitado corazón de Jungkook. Su mano arraigaba con fuerza el pedazo de papel, ahora arrugado, que estaba haciéndolo recordar tantas cosas y al mismo tiempo olvidarlas. Pensó que si era un sueño, no quería despertar, pensó que si era una broma, era una muy pesada... Pensó muchas cosas mientras desdoblaba la carta entre sus manos, casi temblando y temiendo de saber con qué se encontraría ahora.

"También me gustas mucho, Jungkook."

crecer  ❨ kookgi ❩Where stories live. Discover now