Capítulo 4

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Alejandro hablaba por teléfono con el doctor del pueblo, mientras yo me encontraba en el sillón, yo había enfermado y lo único bueno de esto era que tenía a Camila cuidándome.

-Bueno, tal vez sea un germen de 24 horas, ella estaba esperando encontrarse con usted...

- ¿Alguien vio mi otra zapatilla de lona? - Los gritos de Camila ya eran algo común en esta casa, ella subía las escaleras con una bandeja en las manos. Mi desayuno. Se acercó hasta donde yo estaba, llevaba un lindo vestido, y una sola zapatilla - Su desayuno, profesora Jauregui- ella no lo sabía pero su tono de voz me provocaba, puso una de sus piernas entre las mías, se inclinó y me miró fijamente -No le diga a mi padre, pero me comí todo su tocino- espero a que contestara algo, no lo hice y se fue. Esta niña me enloquecía.

- Hable con el doctor Farlow- avisó Alejandro

- ¿Entonces?- preguntó Camila

- Si Lauren sigue con temperatura no podremos ir al lago Hourglass- No quería arruinar sus planes.

-¿Oh, si? Demasiado interesante- Agregó Camila irónicamente

- ¡No uses ese tono conmigo! ¿Estas lista para ir a la iglesia?

- No voy a ir a esa iglesia repugnante- Las discusiones entre Alejandro y Camila eran demasiado divertidas.

-Kaki...

-Papá... no hay lago, no hay iglesia- Era una pequeña manipuladora.

-¡Está bien por mí! ¡Es tu conciencia! Y quiero tu cuarto reluciente para cuando llegue a casa. ¡Y lávate el pelo, jovencita!

-¡Ya me lo lavé!- Habían llegado a la parte en la que buscaban cualquier cosa para seguir discutiendo.

-¿Cuando?

-Hace un par de meses.- solté una carcajada y escuché una pequeña risita de Camila.

Al atardecer nos encontrábamos en el jardín, me encontraba mejor, pero no del todo. Alejandro trabajaba en su jardín mientras que Camila y yo nos encontrábamos sentadas en una banca columpio de madera, una al lado de la otra. Camila jugaba con una muñeca mientras se balanceaba, adelante y atrás, ponía su muñeca sobre mis piernas y luego la quitaba. No se si lo hacía a propósito.

-Podría ser una bailarina- Dijo Camila- Es una opción muy buena- recostó su cabeza en mi hombro y continuó- Tengo una gracia natural. Sabe, una especie de belleza triste.

-Lo de triste es cierto- dijo Alejandro desde su lugar.
Ambas nos giramos a verlo. Y continuó con su trabajo.

-Me gustaría verte bailar alguna vez- le dije para luego verla fijamente.

-Las niñitas siempre quieren ser bailarinas ¿no es así?- interrumpió una vez más Alejandro. -Saben... mi esposa Sinu quiso serlo. Pero ella era... ¿Como debo decirlo? Un poco... ¿gordita? ¿Esa es la palabra?

-Si- contestó fríamente Camila, al parecer cansada de ser interrumpida.

-Traeré más limonada- dijo Alejandro, para luego irse.

-Haga que él nos lleve al lago Hourglass mañana- Su tono fue lento, parecía que Camila ya sabía que podía manejarme a su antojo.

-¿Yo?- Solo quería asegurarme.

- si...- ella había comenzado a susurrar, y me gustaba tanto que lo hiciera. -Dígale que ya se siente mejor, él hará todo lo que usted le diga, está tomándole aprecio- alzó las cejas. Hice lo mismo y ella volvió a hacerlo.

Otra vez estábamos demasiado cerca. Escuchamos unos pasos me giré para verlo venir y de nuevo Camila sacó un chicle de su boca y lo puso en mi limonada. Lo saque antes que Alejandro lo viera

- Susurros, susurros... ¿por qué estarán ustedes dos tan amigables?- Su mirada era acusatoria pero a la vez sabía que solo bromeaba.

- ah...- tenía que cambiar el tema- ¿Alguna vez les he contado qué... yo fui una vez una...- Camila trataba de morder mi mano en la que guardaba su chicle. Lo puse en su boca - que yo fui una vez una... que yo... yo fui una vez una cocinera en el Polo Norte?- Camila subió su rodilla para ponerla sobre mi pierna. Cada vez estaba más nerviosa.

-¿Una cocinera?- preguntó Camila.

-Bueno, no exactamente una cocinera- pero que mierda acababa de inventar- Yo abría las latas- ambos se rieron, supongo que ahora es una broma- Era una expedición climática y le dispare a un oso polar.

-¡No!- Alejandro parecía sorprendido.

-Bueno, no le di.

-¿Por qué le disparó a un oso polar? Eso es una cosa terrible para hacer- Al parecer la pequeña Camila si lo había creído.

-Porque lo encontré con su cara, escuchen esto, en el mezclador de helados- No podía aguantar más y estaba apunto de soltarme a reír- Yo no podía permitir eso, porque nosotros vivíamos del helado- Camila comenzó a reír y era lo más hermoso que había escuchado. La acompañe en su risa, verla reír me hacía sentir bien.

Quería ser la que provocara esas risas siempre. O bueno, en ese momento, lo intenté.
Camila terminó de reír y apoyó su mano en mi muslo eran roces inocentes, era lo que yo pensaba.

-Usted está loca Laur- Me señaló con su muñeca. Yo estire mi brazo por el respaldo de la banca y Camila se apoyó en mi, quería permanecer así por mucho tiempo, pero sonó el teléfono.

-¡Es para mí!- Camila literalmente paso sobre mi y corrió dentro de la casa para contestar el teléfono. -¿Hola?... No. Lo siento, esta ocupada- no era para ella.

-Espero que perdones sus malos modales- dijo Alejandro- escuchamos música dentro - ¿ahora que?

-¡Miren! Es mi versión de baile moderno- Camila bailaba muy bien, movía la falda de su vestido, las mejores vistas, y yo solo lograba balancear un poco la banca para poder verla mejor.

-Karla Camila apaga esa música- Gritó Alejandro, luego suspiró- Lamento si interfiere en tu meditación, es una pequeña loca.

Camz... mi pequeña loca.

En mis brazos   -  [CAMREN]Where stories live. Discover now