—¿Por qué? —Alice frunció el ceño.

—No lo sé —respondió Jake, incómodo—. Ni siquiera tenéis... sentimientos.

—¿Sentimientos?

—¿No sabes qué son? —Jake la miró—. Eso solo confirma mi teoría.

—Sé que son los sentimientos —protestó, avergonzada—. Lo leí en un libro, ¿vale?

—Ooooohhh —Jake se hizo el asombrado dramáticamente—. Lo leyó en un libro, cuidadooooo... la expertaaaaaa...

—Alice —Tina los interrumpió—. Es un tema bastante largo y difícil de explicar. Y, la verdad, ahora mismo no creo que sea el momento —miró la hora—. ¿No deberíais ir a comer?

—No tengo mucha hambre —murmuró ella.

—Ya me comeré tu plato —Jake sonrió ampliamente—. ¡Hasta luego, Tina!

Tina les sonrió por última vez y volvió a centrarse en sus cosas.

Era la primera vez que Alice olía comida en casi veinticuatro horas, pero extrañamente no tenía ningún apetito. Le entraron náuseas.

La cafetería era algo más pequeña que la sala de conferencias y también mucho menos organizada. Vio que había, al menos, veinte mesas largas a lo largo de la estancia y la gente se sentaba como quería, dónde quería y hablando de lo que quería. Casi sintió ganas de salir corriendo al ver el descontrol. Jamás se acostumbraría a eso.

—Hazte con una bandeja —le dijo Jake en voz baja—. Da codazos si hace falta para abrirte camino. La gente con hambre es gente peligrosa.

Alice lo miró con horror, pero obedeció.

Agarró una bandeja de metal plateada que pesó mucho menos de lo que parecía. Había dos mujeres detrás de la barra abarrotada de comida que dejaban cosas en los platos de los demás. Vio que, detrás de ellas, había un hombre cocinando a toda velocidad. Jake ofreció la bandeja a cada una de las mujeres y Alice lo imitó. La última mujer la miró con curiosidad, como todo el mundo desde que había llegado.

—Sígueme, Alice —le dijo Jake al ver que se quedaba mirando la comida que le habían dado.

Él se deslizó entre las mesas de la cafetería y la bandeja de ella estuvo a punto de salir volando varias veces por culpa de la gente que se cruzaba sin siquiera mirar. Finalmente, dejaron las bandejas en la mesa junto con Saud y Dean.

Ellos dos dejaron de hablar cuando los vieron, y no pudieron ocultar las sonrisitas divertidas al ver la cara de Alice al examinar su comida otra vez.

—¿Qué es esto? —preguntó Alice, señalando a lo que parecía puré en su plato.

—Es mejor que te lo comas —le recomendó Dean—. No volverás a comer nada hasta la noche.

—Pero ¿qué es? ¿Es comestible?

—Bueno, por ahora nadie se ha muerto, así que debe serlo.

Alice metió la cuchara en el puré y le resultó complicado moverla. A su lado, había una fruta pequeña y oscura junto con un vaso de agua. ¿Eso era todo hasta la noche?

Pero ¿cómo había sobrevivido esa gente tanto tiempo? Necesitaban aprender el significado de nutriente. Y con urgencia.

—Nadie sabe qué es exactamente —Jake se encogió de hombros—. Es mejor así, a saber qué le ponen.

—En mi zona comíamos cinco veces al día. Y teníamos fruta fresca.

Jake y sus amigos se miraron entre ellos, sorprendidos.

Ciudades de Humo (¡YA EN LIBRERÍAS!)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora