El último mes

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  Estábamos en el último mes de clases. Según las autoridades, el año escolar tendría su clausura en la segunda semana de febrero, así que nos tocaría trabajar más de lo normal en aquella época. Era enero diez y todos nos encontramos de cabeza haciendo tareas y trabajos grupales, según nuestros profesores, eran para ayudarnos a tener las mejores notas y no quedarnos en suspensión, y quizá para tener un par de puntos extra en el examen final. Daniel y Sami querían besar los pies de los maestros, pero no todos estábamos tan contentos como ellos.

—Es la forma más cruel de estos tristes hijos de puta para hacernos sufrir —dijo Johan muy enojado cuando era la séptima hora y nos enviaban la séptima investigación de cinco hojas para el siguiente día.

Quedaba una semana para que empezaran las pruebas parciales y luego los exámenes, así que aquella era nuestra oportunidad para poder acumular todos los puntos que necesitáramos, pero yo no podía concentrarme, y a decir verdad, tampoco quería.

Todos los días al levantarme me miraba en el espejo y me sentía sucio por tener tanto parecido con mi padre. Al salir de casa siempre tenía miedo de ver su auto o a él. Había dejado de usar el expreso y era mi madre quien me acompañaba al colegio. Sabíamos que no sería por mucho, pero nos empezaba a cansar a ambos. Los chicos me preguntaban todos los días si las cosas iban bien, a lo que no podía responder nada más que sí porque no quería preocuparles por algo que quizá se quedaría en una simple tonta amenaza.

—Estamos aquí para ti —dijo Angie cuando me preguntaron por quinta vez en esa semana.

—Lo sé, Angie. No deben preocuparse.

Porque a ustedes no los secuestrarán, arrancarán sus órganos y los venderán en el mercado negro.

En la tercera semana de enero todos nos juntamos desde el domingo para estudiar, ya que comenzábamos con matemáticas e historia, y todos los malditos deberes e investigaciones irían de lleno en la prueba del parcial en ambas materias. La primera vez fue en casa de Johan, quien no dejó que ninguno usara el internet ni viera televisión durante tres horas seguidas salvo para ver ejercicios que no entendiéramos. Cuando dieron las siete habíamos terminado con las dos primeras materias, y todos creímos estar preparados.

Así fueron todos los días de aquella semana. Estábamos estresados, cansados y agobiados. No tenía tiempo para hacer otra cosa, y era en aquellos momentos que daba gracias por no tener una vida social activa, porque de haber sido así, era muy poco probable que me hubiera sentado a hacer deberes y estudiar con los demás.

Entonces finalizó el parcial y llegó el día en que íbamos a recibir nuestras notas. Todos llevábamos buenos promedios, y como habíamos pasado en el anterior quimestre, sabíamos que no debíamos preocuparnos.

Y así fue. Nuestro tutor George expresó aquel día lo orgulloso que se sentía de nosotros y nuestro cambio en nuestra forma de pensar. Felicitó a Daniel y Sami por haber mejorado y a otros estudiantes por haberlo hecho bien. Debo decir que a veces era algo cansado escucharle, aunque hablara cosas muy ciertas y que en realidad nos llegaban.

—Sé que muchos de ustedes se cambiarán de colegio a elegir una especialidad para introducirse a lo que quieren ser de grandes. —Se acercó al escritorio y sacó una hoja de uno de los cajones—. También sé que muchos ya saben lo que quieren seguir en la universidad, y eso es excelente. Pero muchos me han comentado que no tienen ni la remota idea, y les puedo decir que no deben preocuparse. En esta lista tengo anotados los nombres de las profesiones que quería ejercer cuando era pequeño. De niño, a mis siete años, quería ser astronauta; a los doce quería ser doctor; a los catorce, vuestra edad, quería ser psicólogo; a los diecisiete quería ser escritor y finalmente cuando tuve que ir a la universidad elegí Licenciatura en Lengua y literatura, y me dije que escribiría mi primera novela en la universidad, pero aquello no sucedió. Ahora estoy dando clases y mi anhelo de ser un escritor no se acaba, así que quizá pronto tendrán que ir a alguna de mis presentaciones —comentó entre risas—. Lo que quiero decir es que no se sientan presionados ahora por saber qué quieren hacer cuando sean adultos. Ahora su única preocupación debe ser tener buenas notas, pero más que eso, es encontrar algo que les apasione. No se aferren a un sistema en el que si no pasan no sirven para nada, en donde si no llevan una bandera el día del juramento tienen que aplaudirles a los demás y sentirse miserables por no tener una bandera que cargar.

Ellos, ella & yoWhere stories live. Discover now