Sin dolor

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—¿Debo odiarles?

—¿Por qué?

—Porque son mis padres y me han ocultado esto.

—Al menos es un solo dolor, Emely —respondí.

—No me estás ayudando. Se van a divorciar, Darío.

—¿No crees que es lo mejor?

—No.

—Pero si solo están peleando, tú misma te has quejado de eso.

—Pero hay solución a eso, Darío. No merezco tener a mis padres separados.

—Quizá ellos piensan que merecen algo de paz. Aparte, no por eso dejarán de ser tus padres.

—No deberías decirme tú eso, Darío.

—Entonces, ¿por qué me pides que te escuche?

—Para que me escuches.

Me levanté aquel momento y fui a la cocina a tomar agua. Cristina y yo escuchábamos a Emely lamentarse por el futuro divorcio de sus padres, pero no la culpaba de que tuviera esa actitud, ya lo había vivido con Johan, aunque nunca sabré qué sucedió después.

—¿Con quién elegirás quedarte?

—Con mi madre, eso seguro. Los fines de semana con mi padre hasta que tenga dieciocho y no quiera saber nada mpas de él.

—Creo que estás siendo muy dura, Emely —comentó Cristina.

—Dura ni la verga. Se olvidan de que tienen una hija y eso no es justo.

—Ya déjalo, Emely. Que sea lo que Dios quiere.

—Perdón, María purísima, intercede por mi.

—Bien, ya basta —dije molesto.

—Lo siento, lo siento. No quise decir eso. El pequeño Paul no merece escuchar eso de mi.

—Gracias —concluyó Cristina.

—Pero ahora, ¿qué voy a hacer?

—A vivir tu vida, Emely. El mundo no se ha acabado y tus padres no se han muerto. Lo mejor que puedes hacer es ser mejor cada día y demostrarles que sin ellos eres mucho más.

Ella meditó un minuto lo que dijo Cristina y esta tenía razón. A veces, hay peores cosas que esas, pero de las que no nos damos cuenta.

—Bien, dejaré el tema. Que suceda lo que tenga que suceder.

—Bien dicho.

—Solo concentrémonos en las pruebas de este nuevo parcial.

—El quimestre ya se fue a la verga. No sacaré bueno ni aunque el Papa Francisco hable con nuestros profesores.

—Yo solo espero conseguir los puntos necesarios —dijo Cristina.

—Yo creo que estoy bien —dije.

—Claro que estás bien, si cumples con todo —replicó Emely.

—No es mi culpa.

—Ya sé que no lo es, déjame vivir.

Todos nos reímos y seguimos conversando de otras cosas. Me apenaba un poco la situación de Cristina. Todos en el colegio ya sabía lo que había sucedido con ella y sus padres. Josuet no pudo hacerse cargo de ella en su casa y también corría el riesgo de que lo echaran, así que le dejamos solo. Cristina llevaba dos semanas en mi casa y todo lucía bien allí. Sus padres no le habían llamado y ella no quería hacerlo tampoco. Mi madre le daba la atención necesaria y le ayudaba en lo poco que podía. Tenía en una caja guardado todo el dinero que habíamos juntado los chicos, y gracias al gran aporte de Diego reunimos novecientos dólares. Era genial.

Emely no quería aceptar que sus padres se separaran, pero ¿qué más podía hacer? Ya todos estábamos creciendo. Es algo loco que vaya escribiendo tanto en estos cuadernos, quiero decir, empecé a escribir esto un poco dudoso, pero con el tiempo mi meta se ha formado y es terminar esta historia. Sé que a más de uno le está aburriendo y en este punto no prometo que vayan a tener el final que esperan, pero me gusta y no lo quiero dejar ahora.

Cuando el mes de agosto terminó, el divorcio había empezado y Emely ya estaba sufriendo las consecuencias de eso, pero se mostraba fuerte. Todos la llevábamos a caminar a diferentes lugares para que dejara de sentirse mal por eso. Por mi parte, no había vuelto a tener un evento como aquella noche en el faro y eso era bueno para mí, creo, pero las cosas se irían solucionando poco a poco, ¿qué más podía pedir?

Un día luego del colegio, decidí caminar con Emely en el Parque Centenario. Hablamos de muchas cosas allí, sobre todo sobre su situación respecto a sus padres, pero ella cambió el rumbo de la conversación de un momento a otro.

—Hay muchas cosas que no nos has contado, Darío.

—¿De verdad? —dije confundido—. ¿Cómo cuáles?

—No lo sé todavía, pero pronto. Debes ser sincero con nosotros.

—Lo soy, Emely. ¿qué quieres que les diga? Soy hijo de un narcotraficante y asesino niños para vender sus órganos, ¿eso?

—No, idiota, no lo entiendes, pero está bien. Solo te puedo decir que pronto sabré algo concreto y tendrás que abrirte más, porque aunque no lo creas, eso te hace daño. El problema de mis padres pasará, eso no lo dudo, así como los problemas que has tenido ya pasaron, pero eso igual queda en nosotros, nos transforma. Pero lo superaremos compartiéndolo y sabiendo que no estamos ni estaremos solos en eso.

—¿Todo bien? —pregunté.

—Sin dolor —respondió ella.

Ellos, ella & yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora