Noche Buena

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En la tarde del veinticinco de diciembre Daniel llegó con su ropa a mi casa. Estaba haciendo frío, así que ambos llevábamos puesto abrigo. En el pórtico se quedó de pie y me situé frente a él con Dany a mi lado; este último le quería mucho y siempre que lo veía movía la cola.

—¿Qué tal, Darío? —preguntó.

—Todo bien, ¿y tú?

Me miró con cara de ¿que no te das cuenta, idiota?

—Je, je. Bueno, mejor no pregunto.

—No te preocupes.

Aquella madrugada en la que hablamos su madre le había llamado de imprevisto y le dijo que buscara algún amigo con quien pasar Noche Buena. Daniel había preguntado por qué y de respuesta obtuvo que había un trabajo grande para ella en la capital.

No quisiera imaginar que mi madre me dijera aquello. Él no dejaba de llorar y tuvo que pasar cerca de una hora para que podamos regresar a los colchones a que duerma de nuevo.

Yo tenía preparado un regalo para él al igual que mi madre. Ella había aceptado con gusto que viniera a casa, y aunque él estaba sufriendo, yo me sentía más que genial de que estuviera allí, porque las navidades pasadas fueron muy aburridas en casa, sobre todo porque estaba solo.

Mi madre llegó a casa con las cosas para preparar la comida cerca de las seis. Navidad era su fecha favorita, y lo supe porque no había visto ni una sola botella de alcohol en la casa en todo el día. Ella estaba muy animada, y era muy amable con Daniel. Nosotros decidimos salir a caminar para poder pasar más el rato. Eran las siete, así que le escribí a Johan para encontrarnos en el parque de los perros y que llevase a Tiago.

A las siete y treinta nos encontrábamos caminando en la acera rumbo al parque. Todo estaba muy tranquilo y algo oscuro. Daniel llevaba puesta una sudadera y yo un abrigo normal, pero aquello no era suficiente; el frío de diciembre nos atacaba sin piedad. Respiraba agitadamente porque en algunos ratos sentía que me ahogaba y Dany era muy difícil de controlar.

—Si quieres lo llevo —se ofreció al verme en aprietos.

Sin decir nada le tendí la correa a Daniel y empezó a andar junto a Dany. La calle seguí tranquila y el silencio se volvía abrumador, lo cual en las últimas semanas era algo que no me hacía sentir cómodo.

—¿Te cambiarás de colegio? —me preguntó de repente y di gracias por eso.

—No lo creo. El nuestro tiene todo lo que necesitamos.

—Me refiero a la especialización. ¿Ya sabes qué elegir?

—Creo que es algo pronto. —En ese momento él cambió de mano para tomar la correa—. Pero elegiré Bachillerato en ciencias.

—¿Estás seguro?

—Sí, ¿y tú?

—Todavía no lo sé.

—No te preocupes, no hay prisa. Falta un mes para que el año escolar acabe.

—¿Sabías que tendremos tres meses de vacaciones en vez de dos?

—Sí, lo sé. Salió en las noticias y es por las lluvias que se vienen.

—Eso es genial.

—Lo es.

Quiso decir algo más, pero se calló. Cuando llegamos al parque nos sentamos y dejamos que Dany se fuera a andar. Él sabía regresar solo así que no me preocupaba.

—Aquí te dije lo que sucedía con mi madre, Darío.

—Lo recuerdo bien.

—Y yo pensaba que todo estaría bien y que Navidad sería genial.

Ellos, ella & yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora