Felicitaciones

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Cuando José hizo el anuncio del lanzamiento de su libro en redes sociales, aquella fue la palabra que más dije y escuchamos. Estaba feliz, mucho. Todo el grupo lo estaba. Nuestro amigo había hecho algo bueno y lo menos que podíamos hacer era celebrarlo. Yo estaba emocionado esperando a que la copia que pedí por internet llegara pronto, al igual que Ángel. Sabíamos que él se había esforzado mucho y lo menos que podíamos hacer era apoyarlo.

Fue entonces cuando decidimos hacer una reunión en su casa, con sus familiares y amigos para festejar el pequeño logro que había hecho. No era todavía el lanzamiento oficial, pero sí queríamos celebrarlo por lo que estaba haciendo. Nosotros no lo organizamos, sino su familia, pero sí nos invitaron. La reunión fue el dieciséis de junio, que marcaba la fecha en el calendario justo con su cumpleaños.

Aquel viernes todos nos preparamos un poco formales porque sabíamos que aquella reunión sería con adultos, totalmente diferente a lo que estábamos acostumbrados. Ángel y yo nos vestimos con pantalones negros y camisas color gris. Me preocupé por mi peso al verme en el espejo y ver lo gordo que estaba. mi talla de camisa era XL y sabía que si no me cuidaba tendría problemas. Miré a Ángel y me sorprendí por cómo se mantenía delgado cuando tragaba como cerdo.

—¿Cómo le haces? —le pregunté.

—¿Qué cosa?

—Comer tanto y no engordar.

—¿Qué te puedo decir? Es un don. Soy bendecido y afortunado.

Lo miré y luego empezó a reírse. Siempre, a cualquier reunión, nos gustaba llegar a las nueve de la noche, o una hora después de la hora indicada. No porque nos gustara llegar tarde, sino porque sabíamos que el ser los primeros en llegar sería un poco incómodo para nosotros.

A las nueve menos cuarto salimos a tomar un taxi en la calle principal. Mi madre no quiso llevarnos en el auto y ninguno de los dos sabía conducir. Usualmente no llevábamos teléfonos, pero aquello no nos importaba mucho. Si algo ocurría, ya nos sabíamos el número de la policía y el de mi madre. Mi abuela se preocupaba mucho cuando salíamos en las noches, pero entendía que quisiéramos porque éramos jóvenes y nunca llegamos en malas condiciones a casa.

Al bajarnos del taxi nos dirigimos a la casa de José y nunca terminábamos de sorprendernos por lo enorme que era. Ángel y yo le habíamos preparado un regalo genial, que era una corbata con una parte de la portada de su libro impresa en ella. Sabíamos que nuestro regalo le iba a gustar mucho.

—Se lo merece —dijo Ángel antes de llamar al timbre—. Él ha hecho algo que nadie quisiera hacer, y eso es humillarse. Vender empanadas, en el colegio en que estudiamos, es una humillación. Imagínate ahora vivir en una casa así, donde él pudo pedir dinero para el último ¡Phone y utilizarlo para la publicación. Es más que genial y me alegro de ser su amigo.

—Te agrada porque es como tú, Ángel —le dije—. Él ha hecho lo mismo que tú.

Me miró y sonrió, pero pude ver una expresión de tristeza en su rostro.

Su madre bajó a abrir la puerta y nos recibió con una gran sonrisa. Pasamos y nos sentimos un poco mal al ver que, de nuestro grupo, éramos los únicos que faltaban. Le dimos un abrazo fuerte a José y le dejamos nuestro regalo con una gran sonrisa.

—Gracias por venir, chicos —dijo luego de haberle entregado la caja con su regalo.

—No me lo hubiera perdonado si faltaba, José —respondí.

—Ni yo —agregó Ángel—. En tu casa cocinan muy bien. Es pecado no venir si nos invitan.

Nos reímos y luego nos fuimos a sentar. Había todo tipo de personas.

Ellos, ella & yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora