✔ 𝐿𝑎 𝐻𝑖𝑗𝑎 𝑑𝑒 𝐶𝑎𝑝𝑒𝑟𝑢𝑐𝑖𝑡𝑎 𝑅𝑜𝑗𝑎 1» Eʟ Dᴇsᴘᴇʀᴛᴀʀ

22: ℎ𝑢𝑖𝑟 𝑒𝑠 𝑙𝑎 𝑢𝑛𝑖𝑐𝑎 𝑜𝑝𝑐𝑖𝑜𝑛

Capítulo 22:
-Huir es la única opción-

߷

Sigo corriendo por el bosque. En mi mente no distingo a Demian. Trato de poner una pared invisible entre su conciencia y la mía. Ya no quiero hacerle daño. Si ser su pareja significa estar bajo su protección, entonces no aceptaré estar ligada a él. Yo soy una Portadora, la hija de Caperucita Roja. Soy la que debe proteger a las criaturas mágicas de las garras de toda una civilización humana que desea su extinción. Solamente yo puedo acabar con esta guerra.

Hasta que escucho el aullido de un lobo a lo lejos. Me doy vuelta en esa dirección, y aun así no obtengo nada. Mis sentidos se agudizan, y de un segundo a otro estoy en alerta.

Otro aullido.

Mis pulsaciones comienzan a aumentar, siento el latir de mi corazón acelerando a mil por hora. Contengo la respiración al escuchar detrás de mí, a tan solo unos pasos de distancia, cómo la vegetación se mueve. No puedo mirar en la oscuridad, no tengo ninguna mitad animal. Pero sí distingo los ojos azules de mi padre. Se acercan cada vez más a mí, y voy hacia ellos. Papá se aleja y cruzo los arbustos por donde él apareció. Una vez del otro lado, veo la cabaña a lo lejos. La lluvia comienza a hacerse presente y todo lo que distingo es el humo negro, de la cola del lobo, elevándose hacia el cielo.

Él comienza a caminar a la cabaña. Y lo sigo. Lo único que escucho es la lluvia caer contra el pasto, huelo la tierra mojada a mi alrededor, el viento que se levanta cuando los árboles comienzan a danzar de un lado a otro. Sé que papá no puede hablar conmigo, mas no me faltan las ganas de decirle todo lo que lo extraño. Quisiera decirle que me han hecho falta todos estos años, que me hubiera gustado crecer con ellos a mi lado. Que daría la vida por charlar con mamá sobre lo mucho que me gusta Demian, sobre todas las cosas sobrenaturales que he visto. Me hubiese gustado pelear con papá por las veces que no me dejaría salir a bailar, o cuando me hiciera alguna escena de celos. Ojalá pudiera decirles lo mucho que los amo.

Pero no puedo.

La cabaña parece más tétrica que nunca y la lluvia le da un toque de suspenso a todo el ambiente. Me resbalo solo un poco al pisar el barro de la entrada de la vivienda. El lobo negro ahora está a mi lado ya inclinando la cabeza hacia la puerta, como una mera señal. Quiere que entre. Tomo entre mis manos el pomo y lo giro lentamente. Dios, ¿qué estoy haciendo? La puerta se abre con un chirrido extremadamente agudo y me doy vuelta para ver si hay alguien. Lo único que encuentro son miradas que me dan los árboles. El espíritu de mi padre traspasa la pared y enseguida se pierde dentro de la casa. A mí me lleva solo unos minutos poder entrar. Estoy tan nerviosa que me cuesta respirar y al poner un pie dentro de la cabaña, un gran viento me sacude el cabello.

La puerta se cierra a mi espalda y me encuentro sola en medio de la casa, en donde hace miles de años, ocurrió la gran historia que todo el mundo piensa que es un cuento para niños. Las cosas están tan desparramadas por el suelo que casi me es imposible caminar. Hay un sillón dado vuelta comido por las ratas. Hay ropa vieja y sucia, las ventanas y celosías están totalmente destruidas, pero entra la luz de la luna; platos, muebles, fotos viejas, algún que otro cuadro hecho añicos contra el suelo. Veo al lobo negro y su cola humeante cuando me mira y se voltea para traspasar una puerta. Voy hacia allí y la abro. Es una habitación y lo único que puedo ver es una gran cama con un cofre encima. El lobo da un gran salto hacia el colchón y de un segundo a otro, toma la forma de un hombre. Una gran luz blanca emana de él, por eso lo veo. Es un hombre de cabello corto y morocho, va vestido con un traje negro pero sus pies están descalzos. No hay rastro de barba en su rostro, y al verlo a aquellos ojos azules que ahora me sonríen, dejo caer las lágrimas.