III

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Chanyeol repartía las siete partituras que llevaba en la mano, desde la calificación más baja hasta la más alta, era un maldito por organizar las cosas de esa manera, pero la verdad es que le importaba muy poco si sus estudiantes se sentían mal o les molestaba su manera de ser.

Después de todo y como Gain había mencionado, era mayo, lo que significaba que su actitud era peor de lo normal.

—Byun Baekhyun —vociferó Park, extendiendo el folio y agitándolo en el aire—, ven por tu calificación.

Baekhyun le dio una sonrisa genuina a su maestro al chocar sus manos por equivocación. Después de que su corazón latió agitado volvió a su lugar en el piso, junto a Gain que seguía tonteando con la bendita batería.

—¡Cerecita, has conseguido un legendario diez! De seguro salvaste a nuestra nación en tu vida pasada, esto debemos celebrarlo —las palabras salieron de su boca abultada con tanta fuerza que llegaron a los grandes oídos de Chanyeol, quien frunció el ceño y se quitó las gafas dejando de anotar las calificaciones en su cuaderno de líneas.

—¡Kim Gain, a la oficina del director, en este instante!

—Voy a tu casa para las siete —Gain besó la frente de Baekhyun y se despidió de Seulgi agitando la mano, sin conseguir nada de ella.

Él la miró irse extrañado, ni siquiera le había dicho donde vivía.

Todos salieron del lugar excepto Baekhyun, quien jugó con el anillo que traía entre las manos. Lo había encontrado dos noches atrás mientras hurgaba entre sus antiguas pertenencias, cuando dio con lo que buscaba gritó con alegría, despertando a su madre de la siesta antes de su turno de noche.

—¡Dios santo, ¿Baekhyun hoy es tu cumpleaños?! —Gain había entrado nuevamente al salón con la mochila colgando de los hombros.

—¡Vete ya, Kim Gain!

—Ya, sí —respondió la menor restándole importancia. Levantándole el dedo del medio a sus espaldas y lanzando un beso a su amigo sin saber qué darle como obsequio.

Baekhyun le sonrió como agradecimiento antes de volver a sus asuntos esperando que su maestro no lo castigara por hacer absolutamente nada, menos cuando un seis de mayo lo ponía tan furioso como lucía.

Era obvio que ese día no le regalaría el anillo, mucho menos si era el aniversario de su muerte y su cumpleaños.

Decidió ir al cementerio y visitar a su antiguo yo, compró unas lindas flores que le hubiera encantado recibir y caminó directo a donde le habían señalado. Nunca había ido a ver su tumba, porque no había forma de llegar hasta Seúl sin el dinero ni permiso de su madre.

Al menos las personas tenían un lugar en donde descansar tras morir, él solamente pasó de una vida a otra, sin poder tomarse un descanso. Se preguntó si alguien más pasaba por su situación, sabiendo que no podía ser el único en el mundo que nació tras morir.

Pudo reconocer a dos personas frente a su tumba, primero estaba una chica de cabellos oscuros y piel porcelana que acomodaba un ramo de flores en su lugar, y que estaba acompañada por el mismísimo Park Chanyeol, en su esplendor y gloria. A pesar de que sentía pavor por tener que enfrentarlos, siguió caminando, apretando con firmeza el ramo entre sus manos y carraspeando, arruinando el silencioso ambiente, pidiéndoles un espacio para pasar.

Los dos adultos voltearon mirándolo con el ceño fruncido, el se abrió paso con una sonrisa tímida y dejó las flores en su lugar aprovechando la situación para quitar el polvo que se acumulaba en el lugar donde estaba grabado su antiguo nombre.

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