¿Ves esa chica que intenta cargar con todas su maletas al salir de la zona de carga? ¿Esa que lleva enormes gafas con el cabello revuelto? ¿La que lleva unos pantalones de licra negro con una camiseta bastante holgada? Esa preciosura es Madison Brown, mi persona.
Probablemente estés pensando que soy narcisista o muy creída. La respuesta a tus dudas es un rotundo no. Todos saben lo guapa y muy caliente que soy y cuando digo todos me refiero a TODOS, es decir, siempre se escucha hablar sobre de Grace Green, la exitosa empresaria más importante y millonaria de Londres. Si, esa es mi madre.
Me preguntas que hago en una zona de carga. La respuesta es porque estoy recién entrando a Londres luego de unas merecidas y larguísimas vacaciones junto a Michael Brown, mi padre. He perdido la cuenta ahora mismo pero una aproximación seria unos 5 quizá 6 años junto a él. Su historia con la de Grace es un poco dramática y bastante frustrante por lo que siempre evito recordarla y mas contarla. Extraño a mis amigos, necesitaba volver a Londres, sentir el frio lugar de siempre y disfrutar de sus mágicas vistas. No me arrepiento en lo absoluto de viajar a Los Ángeles, es casi un pedacito de cielo en la tierra pero la insistencia de mi madre en volver a casa ha acabado, estoy en casa.
Dejo las maletas fuera del baño pidiendo amablemente a una seguridad que las cuide por mí mientras me arreglo un poco. Me acerco al lavabo y acuno un poco de agua entre mis manos para restregarla en mi rostro. ¡Estoy fatal! Me observo al espejo y hago una mueca de desagrado.
Salgo sin buenos resultados y con las enormes gafas sobre mis ojos. Camino unos cuantos metros antes de encontrar a una pequeña figura saludándome desde lejos. ¡No puede ser!
— ¡Madi! —grita acercándose. Sonrío sin ganas y cuando llega a mi lado la envuelvo en mis brazos.
— ¿Qué le hiciste a tu cabello? —pregunto acariciándolo.
—Oh si mi reina yo también te extrañé. —dice riendo de forma sarcástica. Suelto una pequeña sonrisa.
—Hola Grace. —Le saludo—. ¿Cómo estás?
—Mejor que nunca. —asegura—. Me lo he recortado. ¿Te gusta?
—Te hace ver un poco más joven. —comento con una risa y me dirijo a Steve para saludarlo—. Hola Steve. ¿Aun soportas trabajar con esta señora?
—Señorita Brown. —Saluda—. Bienvenida de nuevo. —y sin decir más nada toma mis maletas y las lleva al auto. Me dirijo a Grace con una sonrisa.
—Entonces ¿Cómo ha ido todo? —pregunto.
—Quiero que conozcas a alguien, te agradara. Pero ¿Qué tal Los Ángeles?
—Genial. Me gustaría volver. —asiento sonriendo.
—Si sabes que no voy a dejarte ir otra vez ¿no? —sonríe.
—No planeo volver dentro de unos 5 años más. —Asiento—. ¿Los abuelos?
—Ahora están en casa ansiosos por tu llegada.
— ¡Qué bueno! —sonrío satisfecha.
—Y… ¿Algún amor en Los Ángeles? —Pongo los ojos en blanco y sonrío sin ganas.
—Ya sabes, Grace. No soy una chica de relaciones serias. Me gusta jugar y divertirme. —me encojo de hombros. Ahora es ella quien pone los ojos en blanco y probablemente tu estés pensando que soy una jodida per*ra. Pero te equivocas, amiga.
