2.1

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Dedicado a:claruski1

Su mirada estaba perdida entre las muchas armas que poseía, especialmente en tres: una espada con mango negro, una guadaña y un arco.

La pregunta era... ¿ Cuál sería más satisfactorio para clavarle a los reyes de Olimpia?¿Cuál de las tres les darían la muerte más dolorosa?.

Porque no importaba si ahora su hermano menor era parte de la realeza Olinpiana, ella iría a salvarlo, aunque fuere la última cosa que hiciera.

– Bianca– La llamó Zöe desde la puerta.

La princesa romana se dió vuelta y la enfrentó confundida y con algo parecido al temor retorciéndose en su estómago. La guerrera solo usaba su nombre de pila para atraer su atención cuando las noticias que traía no eran del todo buenas.

– ¿Sucede algo malo?– Preguntó preocupada ante el semblante sumamente serio de la contraria– ¡Zöe contesta! ¿Sucede algo?– Levantó la voz cuando su compañera no contestó sus principales dudas.

– La peste invadió el reino– Dijo sin emoción alguna– Más específicamente al castillo, lo que significa que tu hermano queda expuesto.– Aclaró al ver que Bianca abría la boca para interrumpirla.

La pelinegra quedó callada unos segundos, mientras asimilaba la noticia y su cerebro cambiaba todos los planes repentinamente.

– Acelera el entrenamiento , enséñale el plan a los y las más confiables, deja que tu mano derecha* guíe a un segundo pelotón, envía espías a Olimpia y asegúrate de que cuiden a mi hermano a toda costa– Habló rápidamente apretando los dientes y tomando su espada y arco entre las manos– Oh... Y, Zöe.– La llamó sin mirarla.

–¿ Qué pasa?– Se dió la vuelta con la mano sobre la perilla.

– Asegúrate de que cualquiera que nos traicione o tengo planeado hacerlo... Desaparezca– Habló fríamente.

– Como usted ordené– Contestó asintiendo y saliendo de la habitación.

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– Quiero salir.

– No puedes.

– Pero quiero saliiir.

– Pero no pueeeedeees.

– Andaaaa.

– Nooo.

Leo lo miró con el ceño fruncido mientras hacía un puchero y se cruzaba de brazos.

– Quiero ver a Nico y a Pipes– Demandó mientras su puchero se acentuaba.

Jason suspiró y le rodeó la cintura con su brazo para traerlo más cerca de sí.

– Pero no puedes salir de esta habitación, ¿Entiendes lo que pasaría si ellos te encontrasen? – Dijo refiriéndose a sus padres.

Leo abrió los ojos como platos y  tanto su puchero como su ceño fruncido desaparecieron repentinamente.

– Buen punto– Susurró escondiendo su rostro en el cuello del rubio.

Jason suspiró y le acarició la cintura con la mano.

– ¿Se veía feliz?– Preguntó Leo después de un rato de silencio.

El ojiazul frunció el ceño y lo miró confundido.

– Nico– Aclaró el moreno abrazándolo por el cuello.

– Umm... Sí, sonreía un poco y le brillaban los ojos pero... – Jason titubeo– También se veía preocupado.

–¿ Sabes la razón?– Murmuró sintiendo sus párpados pesar.

– No leo mentes, cariño– rió el blanco acariciando los rizos del más bajo.

Leo sonrió antes de caer dormido entre los brazos de Jason.

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Piper frontó sus ojos con cansancio, los sentía llorosos e irritados. Suponía que la razón a la molestia de estos era el haberse quedado toda la noche despierta pensando en el paradero de su duende favorito y la salud mental de su pequeño Nico.

Estar rodeado por gente de la realeza estaría volviéndolo loco, pero sabía que Perseus lo estaría cuidando para que no se descarrilase por el camino de la locura.

No odiaba al príncipe, de hecho le caía bastante bien, mientras cuidara de su amigo, todo estaría bien entre ellos y la morena no tendría necesidad de matarlo u mutilarlo.

Piper podía ser muy sanguinaria cuando quería.

Cómo en ese momento, mientras lavaba la ropa de Annabeth y ésta le gritaba que se apurase, que repetía una y otra vez en su cabeza distintas maneras para descuartizar la sin ser  descubierta


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