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Llegaron a Roma en la madrugada, por lo que la bienvenida no fue exactamente abierta.

Los reyes de Roma les dieron la bienvenida a la familia real en la sala del trono.

O eso era lo que había escuchado Leo antes de que le colocasen una venda en los ojos y ser llevado, en contra de su voluntad, cabe aclarar, hasta una enorme sala, la cual estaba repleta de esclavos y esclavas trabajando: Lavando ropa, cociendo, tejiendo, etc. A los costados de la enorme puerta se hallaban dos enormes hombres, los cuales portaban unos enormes mazos que le romperían la cabeza a alguien con tan solo tocarlo.

Leo decidió no meterse con ellos.

Pero eso no le impidió al rizado escabullirse de aquel lugar para comenzar a hacer un recorrido por el enorme y majestuoso castillo.

¿Arriesgado? Sí, mucho. Pero Leo era una de esas personas que no se pueden quedar quietas.

Sus ojos comenzaron a recorrer los largos pasillos, mientras que sus pies se movían lenta y sigilosamente, tratando de hacer el mínimo ruido posible, por el silencioso pasillo.

O era silenciosos hasta que una voz conocida lo arruinó.

–¿Leo?– Aquella voz pertenecía al príncipe de rubios cabellos y celestes ojos, quien lo había curado de los azotes que le fueron dado en forma de castigo, y también con quien había mantenido una corta charla en el barco.

Y también el príncipe que casi le provoca un infarto en medio del pasillo del castillo de Roma.

----- 👆la escena que pandita_26 estuvo esperando☝---

Nico sentía sus piernas temblar, su labio inferior estaba siendo torturado por sus propios dientes. Su cabeza y cuerpo estaban cubiertos por una extraña capa negra de seda, por lo que lo único que se veía de su anatomía eran las curvas de su espalda, caderas y brazos por debajo de la tela, mientras que sus pies, encadenados con grilletes, estaban a la vista de la realeza, además de sus encadenadas manos.

Por lo que había logrado escuchar de la superficial charla de la realeza, Leo y Piper estaban a salvo. Bueno, lo más a salvo que puede estar un esclavo(que no es mucho).

Pero eso no lo aliviaba casi nada, por que allí, en aquel comedor, estaban las personas que más habían influido en gran parte de su vida.

Respiró hondo, tratando de calmarse y no hacer demasiado ruido.

Pero le era casi imposible cuando tres pares de ojos lo miraban fijamente. Unos verdes preocupados, los otros dos con curiosidad, como si supieran algo pero no estuviesen tan seguros de estar en lo correcto.

Y entonces sucedió el acontecimiento que traería consigo muchos casas, y solo algunos pocas serian buenas.

La chica de cabellos rizados, piel morena y ojos dorados, la princesa de Roma, se inclino para decirle algo a su padre entre susurros.

El rey miró fijamente la figura del único esclavo en la sala, tratando de convencerse de que aquellas figura no era la de la persona que él creía.

Pero no fue así.

Pues la reconoció.

Y la guerra dio comienzo, porque el rey había encontrado a su hijo, encadenado y humillado por quienes creía sus aliados.



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Esclavos Where stories live. Discover now