Ah, así que eso es...

"N-no creo que a Camz le atraigan ese tipo de cosas." Respondí nerviosa. 

"¿Y a ti sí?" Una media sonrisa pícara se formó en su rostro.

"Ya cierra la boca." Agarré un puñado de papas y se lo metí a la boca, callándolo exitosamente. 

Enseguida el frente de mi casa apareció a la lejanía y me relamí los labios, quería comer esa hamburguesa y jugar unos rounds de Mortal Kombat o Gran Turismo. 

"Hmmm." Deglutió como bestia hambrienta. "Cambiando de tema, ¿de casualidad podrías prestarme un condón?" Respondí con un zumbido afirmativo, él ya sabía dónde los guardaba. "¡Genial! ¿Dónde están Mamá J y las pequeñas alimañas?" Solté una carcajada, estacionando. 

"En casa de mis abuelos, vendrán mañana en la noche." Aplaudió como un niño emocionado y lanzó una papa al aire, atrapándola con la boca y masticando ruidosamente. 

"¡Woohoo! ¡Noche de videojuegos y comida chatarra!" Asentí, apagando el motor. 

"Nada de papas voladoras en mi cuarto, la última vez tuve que pasar escoba y trapo por el techo cuando te marchaste." Bufó de manera infantil y empujó mi hombro, apresurándome para que colocase la llave en la cerradura. 

La tarde se transformó en noche rápidamente. Jugamos por horas y por supuesto, la mayoría de las veces, yo gané, hasta que me aburrí de hacerlo y me senté en la cama a observar cómo él jugaba solo. Sonreí. Lo había echado mucho de menos en Texas, y ahora por desgracia tampoco teníamos tiempo de sobra para salir a beber cervezas a escondidas como en los viejos tiempos. Su trabajo en la florería tenía horarios bastante complicados de manejar, pero la amistad que teníamos era sagrada para los dos y nada fácil de quebrar. Éramos de esos amigos que podían estar sin verse por meses, pero en cuanto volvían a la acción, parecía como si su último encuentro hubiese sido apenas unos días antes. Podíamos estar cada uno centrado en su asunto en una misma habitación, y el silencio nunca se haría incómodo. 

Disfrutaba de su compañía y él de la mía incluso ahora, mientras él maldecía desde mi silla giratoria al morir por cuarta vez en una misión de su juego favorito. 

"¡Hijo de perra, esa es la tercera vez que se esconde ahí debajo para apuntar a mi cabeza!" Se echó hacia atrás, la silla chocando con el pie de mi cama. 

"Es la cuarta. Y debiste haberlo imaginado la segunda vez que lo viste yendo en esa misma dirección." Giró e hizo un puchero, cruzándose de brazos. Terminé de escribir el texto a mi madre informando que ya habíamos cenado y bloqueé la pantalla del teléfono, dejándolo en la mesita de noche. 

"Ugh, como sea." Intercambió el control de la consola por el control remoto y el primer canal que se mostró fue el de deportes. Siempre tenía ese canal al encender la tele, no miraba otra cosa. "Ya vi ayer este partido." Chilló en un tono llorón. 

Era un partido de los Yankees de Nueva York contra los Red Sox de Boston en el que efectivamente, los primeros habían ganado por mucho. Aquel no incómodo silencio se hizo presente y volví a desbloquear mi teléfono, viendo con anhelo mi casilla de mensajes. Como percibiendo mi situación, el castaño habló. 

"Háblale." Lo miré, sorprendida de que supiera cuáles eran mis pensamientos.

"Uh, no lo sé. Hablamos hace unas dos horas, tenía clases de danza y dijo que avisaría cuando estuviese de vuelta en su casa, no quiero sonar como una impaciente." Jugué con el brazalete de cuero en mi muñeca. 

"Oh, pero sí estás impaciente." Difundió lo obvio, señalándome con un dedo. 

"La veo todos los días y al menos dos veces a la semana la invito a ir por unos helados o pizza. Se sentirá sofocada si me la paso estándole encima." Ben se llevó la palma a la cara y negó.

Sweet Hell (Camren G!P)حيث تعيش القصص. اكتشف الآن