¿Qué anduviste hablando con él? Te vi cuchicheando por los rincones.

Evan se encogió de hombros.

—Cosas de hombres.

—¡Sí! Ya me imagino.

Él se rió con alegría. Estaba de muy buen humor.

—¿Puedo darte un consejo, Evan? —Él la oyó atentamente—. No vayas a llevar a Viole a una de tus fiestas alocadas. Y mucho menos a las carreras de caballos.

—No te preocupes, no soy tan irresponsable como piensas —le informó.

—¡A mí me llevas siempre! —se quejó la chica, poniéndose las manos en la cintura.

—Dije tan irresponsable, Jojo —explicó, recalcando esa palabra—.Tan.

Ella bufó y le dio un empujón cariñoso. Él se vengó, despeinándola.

—Bueno, será mejor que la cuides. No te olvides que es mi mejor amiga. Quiero que me la devuelvas completa y contenta.

—¡No problem!

Entraron al edificio y subieron al ascensor. Ambos eran demasiado vagos como para utilizar las escaleras. ¡Y eso que él hacía deportes! Pero solamente en la playa, bajo el sol y semidesnudo para que pudieran verlo las chicas. Las escaleras... Eso era algo completamente diferente; nadie podía admirar sus músculos y su belleza natural.

—Oye... —Ella se veía bastante pensativa. Lo miraba a través del espejo, porque él se había dado vuelta para contemplarse.

—¿Yes? —Evan estaba concentrado en acomodándose el pelo para que le tapara la cicatriz de la frente.

—¿En serio te gusta Viole?

Esa pregunta lo hizo girar de pronto. Tenía la expresión muy seria.

—Nunca pensé que te diría esto, pero... —admitió con toda la sinceridad de la que era capaz.

—¡Creí que ibas a decirme un poco más! —exclamó Jo con evidente desaliento.

Ya habían llegado a su piso. Ella abrió el ascensor y salió. Él se quedó adentro.

—Y yo pensé que no te gustaba saber acerca de mi agitada vida sentimental. —Le sonrió—. Siempre me lo dijiste, y yo, como excelente primo que soy, te hago caso. Es mejor para tu salud mental que no sepas nada de mis romances.

—¿Debería preocuparme?

—En absoluto. Violeta es justo lo que necesito para ponerme en vereda. Es posible que tengamos futuro. No es como las otras.

—Sí, sí, ya sé. No es como Verónica, Brenda, Sandy, Lulú, Mona, etcétera, etcétera. —Las nombró sin simpatía alguna. Muchas de ellas la habían tratado muy mal, en especial, la primera. Eran todas iguales. Todas, clones.

—¡Qué suerte que ella es diferente! ¿No? —Evan, parecía animado—. Eso me agrada. Es bueno que tengamos cosas en común, algo nuevo para mí.

—Me alegro que te guste. Es la primera de tus novias que tiene algo en la cabeza, además de cabello. Ahora, si me disculpas, tengo que arreglarme para mi cita. No eres el único con planes para esta noche.

Joanna se dirigió a abrir la puerta.

—¡Dile que paso por ella en una hora! Voy a estar en lo de Chris —dijo él, presionando el botón del cuarto piso y saludándola con la mano, con alegría.

El ángel de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora