Capítulo 11

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Capítulo 11



La vieja omega que su padre había conseguido para que le enseñase, nunca le habló de algo como esto. Esto era... increíble. Podía sentir los lazos de las almas de todos y cada uno de los integrantes de la manada, los podía sentir tirar, moverse dentro de él, como hilos entrelazados en su interior y sospechaba que si él tirase de uno de esos hilos, ellos podrían sentirlo. Era como estar conectados por una cuerda invisible. Incluso podía sentir al bosque como un ente vivo tirando de él. Pero sobre todos los demás el lazo con su Alpha, era el más profundo, el más brillante. Estuvo tentado a tirar de él, pero sintió que era algo demasiado valioso, como para tomárselo tan la ligera y se arrepintió al instante de haber pensado siquiera en hacer algo así. Aunque el malestar no duró demasiado, Micah se sentía pleno, satisfecho. La vieja omega le había enseñado a conectar con su omega, a convocar a los espíritus de los bosques, le enseñó sobre hierbas y plantas... pero nada sobre esto. Sintió como el hilo del bosque se tensaba y se removía, como si le invitase a jugar y su lobo se despertó inquieto, levantando su cabeza queriendo salir a correr.

Alek no sabía que había pasado, pero algo había cambiado. Era como si un gran peso que no sabía que llevase hubiese sido retirado. Era como salir a la luz después de un largo camino en las sombras, como volver a respirar. Se sentía ligero, se sentía cálido y sobretodo se sentía en control. Su lobo había sido liberado de las ataduras de la locura que la ira y la sed de venganza habían creado para consumirlo y arrojarlo a su lado salvaje. Era como haberse librado de todas sus restricciones y por primera vez se sintiese él mismo. Por supuesto seguía recordando la traición y el dolor de ser abandonado, pero por primera vez, ese sentimiento no le controlaba, no le afectaba. La herida seguía en su corazón y aún dolía, pero esas emociones no estaban haciendo enloquecer a su lobo. Sin duda, algo había pasado y lo que sea que hubiese pasado tenía que ver con el pequeño omega en su regazo. No sabía que había hecho o cómo pero un cálido sentimiento de gratitud recorrió su cuerpo. El deseo de cuidar al chico se intensificó, ahora no solo era para asegurarse que nadie volvía a hacerle daño, si no para proteger la paz que le había sido regalada. Si era una habilidad o un don del omega, él se encargaría de que nadie lo alejase de su lado.

El Alpha se dio cuenta de la excitación y el nerviosismo del lobo en el interior del chico. "Quiere salir a correr", una sonrisa se abrió paso en sus labios sin permiso, el chico era en muchos sentidos como un cachorro queriendo descubrir el mundo a su alrededor. Si Micah quería salir a correr, correría con él y le mostraría su bosque, su territorio, su hogar.

"-Tu lobo quiere salir" -Micah se sorprendió, eso no era una pregunta. Podía el Alpha saber lo que estaba pensando? De pronto se sintió tímido, y si había sentido su deseo de cuidar de él? Le desagradaría? Lo despreciaría ahora?

"-Cómo sabes eso?" -Micah no sabía si esconderse bajo el cuerpo de Alek o salir corriendo de la habitación.

"-Porque soy tu Alpha" -no había presunción en las palabras, era lo que era. "-Y tu lobo no sabe disimular" -Micah levantó la vista ante el sonido alegre de las últimas palabras, y vio a Alek sonreír hacía él. Sus ojos azules ya no eran fríos como el hielo, ni turbios como la tormenta, si no claros como un día de verano, la sonrisa en sus labios le hacía parecer mucho más joven, mucho menos terrorífico. Su corazón le hizo cosquillas en el pecho y su estomago se sentía de una forma graciosa. "Eso son las mariposas de las que hablan los humanos cuando ven a alguien que les gust... oh!" sintió como se ruborizaba. Apartó la mirada de la visión del magnifico hombre, no sin antes guardar en su memoria el momento exacto en que sintió por primera vez esa atracción cálida por otra persona.

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