De-deberías llamar a Wendy ―su voz tenía rastro de llanto y Jellal se sintió de nuevo impotente en su capacidad de hacer algo por ella.

Es verdad, lo olvidé, buscaré el...

Aquí está... ―le interrumpió ella mientras le pasaba el móvil al pastelero, antes de llevarla cargada en brazos hasta su habitación le había dado su móvil para que la luz de la pantalla estuviese cerca de ella.

Gracias ―dijo tomando el móvil, para cuando lo desbloqueó encontró un mensaje de Wendy informándole que todas estaban bien y ahora habían terminado haciendo un campamento en la sala para contar historias de miedo, Jellal sonrió y le respondió el mensaje a su hermana―. Al parecer Wen, Charle y sus amigas están disfrutando mucho de su pijamada ―el joven iba a continuar intentar mantener una conversación con ella pero su móvil sonó con una llamada―. ¿Laxus? ―dijo extrañado y contestó solo para extrañarse más ante la voz que le habló al otro lado de la línea―. ¿Mirajane? ¿Sucedió algo? ¿Eh? Sí, ella... está conmigo, íbamos a ir a la fiesta de Macbeth más tarde y sucedió el apagón...

Diles que estoy bien ―pidió Erza―. Tengo tres linternas y no estoy sola, diles que estoy bien y... que gracias por preocuparse... ―Jellal repitió lo dicho por Erza y entendió que tanto Mirajane como Laxus estaban al tanto del ―en apariencia― miedo a la oscuridad de ella.

Y al parecer Erza se sentía apenada por eso.

No, tampoco sé nada sobre la duración de este apagón. Debió ser una de las fallas probables del periodo de prueba de las que el alcalde Mikazushi advirtió ―Jellal escuchó atentó a Mirajane y después asintió con seriedad―. Por supuesto que no tengo ningún problema, Erza ha estado para mí en muchas ocasiones, yo deseó ser de ayuda para ella en esta ocasión ―observó como la joven se removió un poco debajo de las sabanas y esperó no haberla incomodado con lo dicho―. No es nada, Mirajane. Saluda a Laxus y díganle a Macbeth que lamento que sucediese esto justo el día de su fiesta. Hasta luego ―el pastelero terminó la llamada y soltó un suspiro―. Laxus y Mirajane estaban en la fiesta de Macbeth, al parecer tuvo que cancelar de nuevo la fiesta, me siento mal por él... espero que la próxima fecha que elija sea la definitiva...

Las sabanas se movieron y Jellal lo tomó como un asentimiento de ella.

Y luego nadie más habló.

El silencio en la habitación solo era interrumpido por los ladridos de algunos perros y de algún auto ocasional pasando en la calle frente a la casa del joven, las luces seguían irradiando debajo de las sabanas y la mente de Jellal trabajaba a mil por hora para saber que hacer por Erza.

Sin embargo no se le ocurría nada.

Jellal ―la joven lo sacó de sus pensamientos y él miró atentamente las iluminadas sabanas―. Yo... de verdad lamento lo de tu pie, y haber roto ese vaso, y ser una molestia, y comportarme de manera tan ridícula por-

¿Por tener algún miedo como la mayoría de las personas? ―la detuvo, no le gustaba la manera en que su voz sonaba a desdén contra ella misma.

Yo... ―calló al sentir tres golpecitos suaves en su hombro.

¿Puedo entrar? ―fue la petición de la gentil voz del pastelero y Erza casi sonríe al entender a qué se refería, así que soltó las sabanas para que él las pudiese levantar y meterse bajo ellas, en el momento en que sus manos relajaron ese agarre se dio cuenta de con cuanta fuerza había estado sujetándolas.

De nuevo su miedo había tomado lo mejor de ella.

Gracias por aceptarme en el club―dijo él al meterse en las sabanas, estaba a un brazo de distancia de Erza y la luz de los tres focos permitía observarla a la perfección, su nariz y ojos seguían rojos pero ya no estaba ese miedo que vio en su mirada cuando solo la luz de la pantalla de su móvil la iluminaba.

DULCE DESTINOWhere stories live. Discover now