Capítulo setenta y ocho. Final

582 12 3
                                    

    Mi padre no se dignó a llevarme en coche a la estación y tuve que recurrir a ir en tren; el cual tardó más de lo que creía y esto me ha hecho perder muchísimo tiempo. Cuando llego a la estación del tren, esquivo a la gente para poder cruzar los pasillos del centro comercial y así llegar  lo antes posible a la zona del ave. No hay demasiados metros de distancia entre ambas zonas, pero aún así debo darme prisa.

Al llegar, me quedo parada en el sitio: Menuda cola hay, Dios mío. Intento hacerme hueco entre la gente y me pongo de puntillas para "ver mejor". No lo veo joder, no lo veo.

De repente noto como alguien apoya su mano sobre mi cadera y me giro de golpe asustada, preparando mi mano derecha para depositar una buena hostia en la cara del tío que ha decidido tocarme.

– Eh tía, que tampoco me he portado tan mal eh. -Me contesta Jesús quitándose las gafas de sol, alzándome una ceja y riéndose a la misma vez-. ¿Qué haces aquí?.

– ¿Tú que crees?, te has marchado sin decirme nada. -contesto cruzada de brazos y él se pasa una mano por la cabeza-. No estoy aquí por gusto, Jesús.

– Tengo que irme. -Contesta con tristeza y yo niego-. Está decidido. Además, no era una decisión repentina, me han surgido problemas familiares y debo irme.

– ¿ Cuándo pensabas contármelo, Jesús? -Pregunto un poco enfadada y triste a la vez- ¿Has aprovechado este problema con mi familia para irte sin decirme nada?

Y a pesar de que me duele que diga que sí con la cabeza, no tengo más remedio que aceptar su respuesta. Me muerdo el labio y el me acaricia la cara con sus dos manos. Le miro a los ojos y él hace lo mismo conmigo.

– ¿Podemos ir a un sitio donde estemos un rato solos? -Propongo y él niega- ¿Por qué?.

– Es mejor que nos despidamos ya, Mia.

— Siento lo que ha pasado. –Pronuncio nerviosa–. No quiero que te vayas.

— Algún día esto tenía que pasar y ha llegado el momento. Es mejor que no alarguemos más esto.

Me abrazo a él, intentando contener las lágrimas, pero me es imposible. Él me besa la cabeza y acaricia mi espalda. Nos seguimos abrazando, sin decir ni una sola palabra. 

– ¿Quieres irte de verdad? -Pregunto y él asiente-. Está bien.

Me acerco a él para darle un beso. Nos miramos y cuando estamos apunto de besarnos, el se aparta.

– Lo siento, pero no puedo besarte sabiendo que podría ser el último que nos demos. Además, es lo mejor.

– No te entiendo.

¿A qué viene esto?, me está sorprendido y sinceramente no es para bien. Lo miro por última vez y me dispongo a emprender el camino que debo tomar para irme de este sitio horrible. ¿Era necesario esto hoy, de verdad?. Creo que en cualquier momento voy a llorar, de hecho solo con pensarlo me están entrando unas ganas...

A lo mejor es que durante este tiempo que hemos estado juntos, me he acostumbrado tanto a estar con él que ahora me duele muchísimo que no esté conmigo. Estoy llorando. De hecho lo estoy haciendo muchísimo.

De un momento a otro, noto como alguien me agarra de nuevo bruscamente y al girarme me besa. Es Jesús.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Cuéntame al oídoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora