𝕽𝖊𝖎𝖓𝖆 𝕸𝖆𝖋𝖎𝖆

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F R Í O

El sótano era un lugar frío y inhabitable, verdaderamente inhumano era dejar a un joven a su suerte en aquel oscuro lugar. Mientras sentía su cuerpo decaer la puerta volvió a abrirse. Según Mariale, la chica de pelo negro que dejaba su comida cada día, había pasado una semana. Era nuevamente Mariale quien traía una charola de comina cada una con mayor porción que la anterior. Talvez se había acostumbrado a que esa joven lo visitara y a sus agradables pequeñas charlas.

—Hola, Logan —, sonrió dejó la bandeja en el suelo como cada tarde desde hace una semana.

—Gracias, Mariale —, Logan le devolvió la sonrisa y comenzó a comer y beber agua.

Mariale espero a que terminará para poder llevarse el resto y salir. Antes de lograr subir las escaleras. La puerta nuevamente se abrió rechinando, de ella bajo Scherlott vestida de cuero negro.

Miró atemorizante a la mujer que comenzaba a subir de las escaleras y sonrió en dirección a Logan. Logan no lucía el rostro esplendoroso de una semana atrás, tenía ojeras y su piel era más pálida, además de ojos rojos por las lágrimas de cada noche, tampoco tenía un peso adecuado ya que las porciones de comida eran pocas.

—Vete de aquí, Mariale —, la mencionada dudo un poco pero al final salió casi huyendo del sótano. —Vaya, volvemos a vernos, ¿Logan, cierto?

Logan miró con odio a la mujer frente a él y se levantó débilmente del suelo. La burla que presentaba esa prepotente mujer lo hacía enfadar.

La sonrisa de Scherlott paró y acercándose más a él lo sujeto fuertemente arrastrandolo a la salida. Él temía por su vida, cerró los ojos en reacción a la deslumbrante luz del exterior. Scherlott sin amabilidad lo guió a otro cuerto con más iluminación y más muebles. Lo lanzó a la cama de aquella habitación, era pequeña pero sin duda mejor que el sótano.

—Ponte cómodo, dejaré que duermas aquí por hoy, después te diré que tienes que hacer para seguir con vida.

Y salió, sin voltear. Logan intentó volver a escapar, y sin éxito ya que la puerta estaba cerrada por fuera, se sentó en la cama que tenía una colcha gruesa. Cerró los ojos y por fin, después de una semana, durmió, aunque incomodo.