Peores cosas se han visto

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Nirali regresaba de las letrinas y estaba cerca de los dos hechiceros que ensayaban su estrategia de pelea

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Nirali regresaba de las letrinas y estaba cerca de los dos hechiceros que ensayaban su estrategia de pelea. No pudo evitar detenerse a observarlos. Discutían sobre si utilizar sus salamandras como receptoras de la magia oscura o si era mejor canalizarla en sí mismos desde el principio.

Fue escucharlos y volver a sentir el miedo por lo que estaban a punto de hacer. Su cuerpo se había acostumbrado a alojar aquella esencia extraña y a recibir la energía extra que ésta le proporcionaba. Con el cierre del portal de fuego, esta segunda fuerza dentro de ella se debilitaba cada vez más. Con ella, su seguridad en el campo de batalla y su confianza en los planes locos de Sarwan.

«No puedo ser tan tonta, pareciera que me he vuelto dependiente de la magia en este tiempo. Pero es absurdo cómo hemos perdido todo nuestro poder de la noche a la mañana. Me niego a creer que tanto esfuerzo por aprender fuese en vano».

Ellos debían sentirse igual, sino peor, reflexionó Nirali. Si habían dependido de la hechicería por años. Pero ahí estaban, discutiendo como si eso fuese una cuestión de pura teória y técnica de combate.

Sus compañeros estaban planeando utilizar aquel vacío en su interior para aprovechar otra fuente de energía, esta vez externa.

Los portales oscuros se abrían y cerraban fuera de la muralla, como burbujas perezosas que ascendían desde las profundidades de un lago lodoso, se acumulaban en la superficie con densa lentitud, hasta estallar y dejar un leve cráter debajo. Una figura huidiza iba y venía por el terreno, sorteando los huracanes sangrientos que se formaban y absorbiendo toda esa energía robada. La magia residual estaba avanzando sobre la ciudad desprotegida, como una nube negra y hedionda que provocaba un nudo en el estómago y enfermaba a los más sensibles.

La ironía en eso era terrible para Nirali, que sentía como si agonizaran de sed junto a un lago envenenado. Ahora, por fin, iban a beber. Esperaba que valiera la pena, al menos para los bunhalenses que quedaran.

Volvió a concentrarse en los hechiceros, que se pasaban trucos aprendidos en los años de haber estado separados.

«Son un equipo perfecto. No puedo arruinar las cosas convirtiéndome en un punto débil. Podría ser un desastre».

Sarwan notó su presencia y se dirigió a ella, sobresaltándola.

—Bien, Nirali. Ven con nosotros. Creo que has practicado lo suficiente. Lamentablemente, no podemos hacerlo de verdad más que una vez, así que tendremos que confiar en que saldrá como esperamos en aquel momento.

Ella sintió que el corazón le daba una patada desde adentro, en castigo por haber sido llevado hasta allí. Las dudas y el miedo llovieron desde la nuca de la joven, cayendo por su espalda en un escalofrío, expandiéndose hacia sus brazos y bajando hasta llegar a sus talones. Tuvo que contenerse para no salir corriendo.

«¿Confiar en que saldrá como esperamos? ¡Esta es nuestra última esperanza! Qué terrible. Será mejor que hagan equipo entre ellos, no soportaré tanta presión».

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