Sin mirar atrás

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La pelea entre los hechiceros se volvió intensa

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La pelea entre los hechiceros se volvió intensa. Ambos manejaban hechizos de fuego a un nivel bastante parecido y Nirali se asombró al ver que incluso sus técnicas de lucha física eran similares.

«Hay algo raro en ese tal Deval» concluyó, atónita.

Lo normal era que Sarwan utilizara a los sujetos que los desafiaban como lecciones prácticas para ella. La muchacha había mejorado mucho en su defensa personal y había aprendido diversas maneras de responder a un ataque gracias a eso. No obstante, esta vez, su maestro la había sacado del campo de pelea sin siquiera preguntarle. Y ella no había dudado en hacerle caso.

El extraño daba una primera impresión terrible, con una expresión feroz en su mirada, de un azul que helaba la sangre. No iba mal vestido ni estaba muerto de hambre como ellos, se notaba a la legua. Igual eso no cambiaba las cosas. Sarwan solía ser una mole impresionante de fuerza y poder, así tuviese hambre o llevara varias noches sin un descanso completo. No era fácil de poner en desventaja. Sin embargo, pasaron los minutos y la pelea no terminó con la usual victoria abrupta de su mentor. Algo curioso estaba ocurriendo.

«Es demasiado bueno para ser solo un cazarrecompensas. ¿Por qué no dices nada, maestro? ¡Si hasta yo puedo darme cuenta de que este tipo no necesita desviarnos del camino para ganar el premio por Refulgens!» pensó, inquieta, mientras los miraba.

 ¿Por qué no dices nada, maestro? ¡Si hasta yo puedo darme cuenta de que este tipo no necesita desviarnos del camino para ganar el premio por Refulgens!» pensó, inquieta, mientras los miraba

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—¡Deja de hacer estupideces y golpéame de verdad! —exclamó el extranjero, con altanería.

Ambos se habían concentrado en esa pelea, como si fuera lo más importante de sus vidas. Mantenían su atención en el otro con tanta fijeza, que el resto del mundo podría haber volado en pedazos y ellos no lo hubieran notado.

—Voy a demostrarte que esto es una pérdida de tiempo y energía, Deval —respondió Sarwan que, en efecto, solo dirigía sus golpes a partes no vitales del cuerpo de su oponente—. Cuando despiertes, recuerda no volver a cruzarte conmigo o la próxima vez no tendré compasión.

La incredulidad por lo ridículo de aquella proposición hizo que el extraño estallase en carcajadas.

—¿Para qué la molestia en esperar? —gritó, aun riendo—. ¿Por qué no pones todo en esta pelea? ¿Temes averiguar que me he vuelto más fuerte que tú? No te preocupes, no quedará nada de ti para el final del día. Y no tendrás cómo sentirte humillado en el Otro Mundo.

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