Picazón y revelaciones

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—¡Cállate!

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—¡Cállate!

Nirali empezaba a entender que cualquier cosa que saliese de la boca de Deval sonaría como una orden. Era irritante, tanto que por él pasó por alto que Sarwan volvía en sí.

—No me callo nada —respondió, desde su rincón en la celda que les habían asignado—, estás interpretando todo esto a tu gusto.

—¿A mi gusto? —El hechicero se enfureció—. ¿Decir que no deberías adelantarte a esperar recompensas porque no has encontrado nada es interpretar las cosas a mi gusto? ¡Es un hecho, tonta! ¡No estamos aquí encerrados por elección!

Los tres estaban encadenados con grilletes a una pared, en ese recinto cubierto de dorado y piedras. Al parecer seguían en el mismo palacete de la noche anterior, con la excepción de que allí no había ventanas.

Cada uno tenía las manos y los pies cubiertos por un material aislante que no permitía ningún intento de escape, al menos no por medio del uso de la magia. No les habían puesto nada en la boca, cosa que demostraba lo mucho que confiaban en la efectividad de aquel elemento. Podían intentar hacer un conjuro, que lograran realizarlo ya era otra historia.

—¿Necesitas gritar así? ¿No puedes tener un poco de respeto? —lo regañó la muchacha—. ¡Se me parte la cabeza!

Él iba a decir algo, pero se detuvo, indeciso. Estiró su cuello, de un lado a otro, incómodo con la posición en la que trataba de mantener sus brazos para que no lo lastimaran los grilletes.

—Tú eras la que no necesitaba beber tanto anoche, mocosa —dijo luego, en voz más baja.

—Hemos encontrado Refulgens. Y puedo adelantarme porque sé que saldremos de aquí a cobrar nuestra recompensa —continuó la discípula, removiéndose en busca de una pose menos dolorosa—. El que halló este lugar fue mi maestro, con ese ataque suicida de la bola de fuego. ¡Ah, ya has despertado, Sarwan! —lo llamó, más animada, apenas lo vio—. ¡Dile que nosotros nos llevaremos el dinero del premio!

El mentor quedó pensativo por un momento, antes de mirarlos con expresión confusa.

—Ah, sí. Podemos dividir los beneficios, hombre. Y todos contentos —dijo, cuando reaccionó, antes de notar sus miembros apresados—. Pero, ¿qué son estas cosas... bolsas... lo que sean? ¡Tengo los pies adormecidos y las manos me hormiguean!

—¿Cuál recompensa? —se mosqueó Deval—. ¿Es una broma? ¡Ustedes van a morir aquí! Y gracias por hacernos notar lo obvio, como si no tuviéramos problemas para distraernos de la horrible picazón de estas porquerías.

Nirali trató de ignorarlos, concentrada en rascarse las manos contra la superficie de la pared sin mucho éxito. El salón era muy bonito para ser una celda, solo habían quitado los muebles y la huella de la decoración de tapetes y cuadros podía distinguirse. La idea de que no hubiese mazmorras en un palacio tan antiguo se le hizo extraña, pero también le dijo bastante sobre la naturaleza de los elementales que habitaban en ella desde hacía siglos.Podía ser que el tener prisioneros fuese algo nuevo para ellos, porque jamás se hubiesen tomado el trabajo de mantener a uno de sus enemigos con vida.

Espíritus de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora