Dante quiso pararse para sacar a Joanna de allí, pero unas manos se abrieron paso a través de una rajadura que se abrió en el aire y lo detuvieron por detrás.

—¿Dónde crees que vas, mi amigo?

Baltazar había acudido al llamado de su líder al instante. Tenía al muchacho sujeto por los hombros. Este no podía moverse. Cargaba a Jo en brazos y se rehusaba a soltarla. La aferraba fuertemente contra su pecho para protegerla a toda costa.

La mujer dijo:

—Nunca debiste volverte en contra de nosotros, Malkier. ¿Ves lo que has ganado? ¡Absolutamente nada! —Se rió con fuerza—. Tengo que admitir que es sorprendente lo tuyo. ¡Enamorarte dos veces de la misma alma! ¡Qué fidelidad! ¡Cuánto inútil amor! Lástima que no durará mucho el idilio. ¡Y ni pudiste darle un beso! ¡Pobre, pobre Dante! ¡Realmente me das náuseas! ¿Creíste que te ibas a salir con la tuya?

—Sí —contestó él, tranquilo y con una leve sonrisa—. Y lo haré.

Sabía algo que ellos no.

Oxana tuvo una extraña sensación. Ése miedo, otra vez.

—¿Qué es eso? —preguntó Baltazar con disgusto.

Ambos notaron una extraña presencia que los ponía muy nerviosos.

—Tú no eres la única que tiene amigos —le explicó Dante a la mujer, complacido—. Mientras invocabas a éste —Señaló con la cabeza al demonio que lo sujetaba—, yo también llamé a alguien. No pensé que respondería. Parece que está de mi lado.

Los demonios se alteraron y miraron a su alrededor, llenos de confusión y temor.

—¿Quién es? —exigió saber la mujer—. Siento una energía hostil. No es un ángel común —y agregó con gravedad—. Es alguien como tú.

—Exacto —confirmó de manera calmada—. Es igual que yo. Un poco más inestable. Más luminoso, también. ¿No le temen los demonios a eso? ¿No les hace daño? Será mejor que se vayan. O lo lamentarán.

Antes de que continuase hablando, los demonios desaparecieron de su vista. Dante suspiró aliviado. No pudo creer lo cerca que había estado.

Jofiel se presentó ante a él. Tenía los brazos cruzados y expresión seria. La punta de su pie golpeaba el piso.

—¿Inestable? —inquirió ofendido.

Dante se encogió de hombros.

—¿No lo eres? ¿Acaso herí tu sensibilidad? ¡Cuánto lo siento!

—¡Bah! Por lo menos hiciste que se fueran. No creo que mi aspecto de teen los hubiera amedrentado demasiado.

—A mí me asustas mucho —afirmó con honestidad el de las alas negras.

—¿De verdad? —se asombró el ángel, con petulancia—. ¡Ja! No sabes cuánto me alegra escucharte decir eso.

—Pero no es por tu aspecto; pareces un niño —y agregó sombríamente, disimulando su sonrisa—. Lo que me inquieta es tu actitud de polichinela.

—¿Poli... qué? ¿Qué diablos es eso?

—Te lo dejo para que lo averigües por ti mismo.

El ángel no había notado que la chica estaba allí, hasta que bajó la vista.

—¿Por qué estás arrodillado? —Entonces dio un salto— ¡Ey! ¿Qué le pasó a Jo? ¿Por qué está desmayada? Aunque eso no es nada raro. ¡Un momento! —gritó al darse cuenta y puso cara de horror—. ¡¿No estará muerta, verdad?! Porque si lo está...

El ángel de la oscuridadWhere stories live. Discover now