Untitled

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Cada acto lleva por consiguiente una consecuencia. El castigo es la más temeraria, pero aún así la más practicada. Podía ser fruto de las acciones más miserables o incluso de las más simples, pero de todas, la traición era la más peligrosa. Los presentes en aquel escenario fúnebre, rodeados de angustia y respiraciones entrecortadas, lo sabían demasiado bien, porque el miedo era palpable en sus gestos, sus movimientos y en sus rostros, que intentaban ser apacibles, pero el temor se había apoderado de sus cuerpos. El frío se calaba en sus huesos y la humedad había acogido miles de gotas de agua en las hojas de los grandes y robustos árboles que rodeaban a los presentes, arropando sus miedos y dispuestos a guardar el secreto de lo que allí ocurriera.

El pálido rostro de uno de los individuos, reflejaba el terror más que ninguno. Su cabello oscuros se le pegaba a la piel, tal vez por el sudor o tal vez por la húmeda que cargaba el ambiente. Su cuerpo temblaba irremediablemente por el temor y por aquel frío glacial. Vestía una simple camiseta de manga larga, visiblemente desgarrada, de un azul apagado y un short vaquero tan sucio como sus muslos desnudos. Tenía los pies descalzos, que se encontraban teñidos de rojo, por los cortes y rasguños que le habían producido las piedras puntiagudas y las pequeñas ramas del suelo. Respiraba con brusquedad y de forma precipitada, como si con cada bocanada de aire que tomaba, no fuera suficiente y se estuviese ahogando. Sus ojos se encontraba fijos en la figura que se alzaba frente a él, y de vez en cuando fruncía el seño porque era costoso ver con claridad por la espesa oscuridad que lo bañaba todo en aquella noche de comienzos de otoño.

Parecía como que con una simple mirada entre ellos dos era suficiente, que con ello ya se decían todo. Se mantuvieron firmes durante varios segundos, cruzando sus miradas y compartiendo únicamente el sonido de sus respiraciones, hasta que algo en la maleza captó la atención de ambos, haciendo que giraran la cabeza para descubrir qué era lo que se ocultaba entre los árboles y la oscuridad. El crujido de las ramas al partirse y el sonido metálico de algo que había caído al suelo, le erizó la piel al joven que temblaba con mayor intensidad a cada segundo que pasaba. Paseó la mirada por el lugar de donde provenía aquel ruido y, después de unos segundos que le parecieron interminables, este cesó y, con cierta confusión, se volvió para buscar nuevamente a la figura frente a él, descubriendo horrorizado que había desaparecido. Se giró sobre si mismo como dispuesto a gritar su nombre mientras buscaba desesperadamente, pero las palabras se le quedaron atrapadas en la garganta y no salía sonido alguno de entre sus finos labios que se comenzaron a poner de un suave tono violeta.

Quería llorar y gritar, pero no podía. Incluso intentó moverse, pero se quedó paralizado cuando el ruido comenzó de nuevo, aunque esta vez se encontraba más cerca que antes. La respiración se le cortó por completo y mientras abría los ojos con una expresión de horror, un fuerte sonido metálico retumbó en sus oídos, que se fue apagando poco a poco. Se le escapó una lágrima que serpenteó por su rostro inmóvil y un torrente de dolor se expandió desde su costado e invadió todo su cuerpo. La sangre tiñó la camiseta de rojo mientras la impotencia le dominaba. Un segundo sonido metálico resonó entre los árboles, pero esta vez no fue dirigido hacia él, pero le ayudó a confirmar su mayor temor: le habían disparado.

La vista se le nubló y el corazón le comenzó apalpitar de forma más débil a cada segundo que pasaba. Todo le daba vueltas en la cabeza y entre la confusión, el terror, el frío y el punzante dolor que le producía la bala que se había estacionado en su costado, por donde la sangre brotaba sin cesar, se precipitó al suelo donde se golpeó bruscamente en la cabeza. Y fue entonces cuando se dejó arrastra por aquel dolor que era cada vez más intenso. Y antes de sumirse en la oscuridad absoluta, que tiraba de él hacia abajo, vislumbró nuevamente a la figura que había desaparecido, que corría hacía él mientras gritaba algo que no llegó a comprender.    

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Este fue un escrito que se me ocurrió hace un tiempo y escribí con motivo de hacer una historia, pero no me salía nada más allá de este fragmento, que guardo con buen recuerdo.

Un abrazo.

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