En lo más profundo...

Valiente

El bullicio...el caos, la disputa se extiende hasta donde la vista alcanza. Es un paisaje tan desolador que corta la respiración. Es inmenso y el conflicto bélico arde en su punto más álgido.
El fuerte olor a tierra húmeda, el sudor en la frente, la fatiga en el paladar, el denso y pesado pulso opresor en el pecho es latente en cada centímetro del campo de batalla.
El cruce metálico dispuesto a cortar el aire se siente magnéticamente atraído por el rojo intenso, ansiando el torrente que ello conlleva.
Procuro ser valiente y recordar el entrenamiento. Procuro recordar que ya he librado esta batalla. Procuro no pensar en lo que supone encontrarme nuevamente en guerra. Solo procuro mantenerme valiente.
Armarme de valor, acorazar los puntos débiles y ser anticiclón.
Procuro que llegue la sequía, no quiero bañarme en el familiar sabor salado que acaricia insidiosamente mi labio superior antes de serpentear sin permiso por entre la comisura de mis labios y apoderarse de mi mente.
Pero todo comienza a ser fango. La rabia, el miedo y el dolor se entremezclan y una avalancha de lodo, tierra y lágrimas cubre todo el campo de batalla. Queda todo en un silencio inquietante.
Y más inquietante es ver que lo único que se ha mantenido a flote entre tanto lodo, ha sido mi mayor enemigo.
El reflejo del sol lo hace centellear tan intensamente que parece burlarse de mí, y odio con todas mis fuerzas esa sensación tan aterradora y familiar que tenso cada centímetro de mi cuerpo, intentando mantener la compostura, pero no dejo de tener la mirada fijada en aquello que tanto brilla por la luz que refleja y proyecta hacia todas partes.
Ojalá el lodo hubiera sumido en la oscuridad su capacidad de reflejar, su capacidad de cortar como mantequilla, pues no quiero volver a tener que enfrentarme a mirarme al espejo con la mirada tan lista para entrar en combate que duele, siempre listo para verme sangrar.