52- Fortaleza

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No había palabras, no había nada, ni una mosca pasando entre nosotros. Solo el palmeo de las manos hizo que abriese los ojos para girarme lentamente y descubrir quién era la persona causante del reconocimiento de mi esfuerzo.

Y ahí estaba mi abuela.

No sonreía mucho, y para su edad estaba en bastante buena forma. La arrugada piel la ponía años que no tenía y su oscuro pelo la resaltaba los ojos del mismo color que me miraban profundamente. Ninguno habló hasta que terminó el aplauso, yo no me atrevía a hacerlo. La situación requería muchas explicaciones y me estaba llevando de cabeza a perder las únicas ideas que tenía rondándome por la mente. Preguntas y preguntas se me acumulaban sin cesar, pero por más intentos que le dedicase no les encontraba respuesta alguna.

—¿Y esto es en lo que dice tu hermano que pierdes el tiempo, Yoongi? 

—Sí, bueno, estoy estudiando música en la universidad...

—Pues sigue.

—¿Eh?

—Que sigas he dicho. —Y por fin, sonrió, aunque los brazos los tenía cruzados. Yo seguía perplejo, era la primera vez que alguien de mi familia me decía algo bonito acerca de tocar el piano, es más, no se había quejado de que no fuese un cantante de baladas y prefiriese rapear en su lugar. Solo me animó, me dijo que siguiese mi camino. Por un instante sentí que me iba a emocionar de un momento a otro.

—¿No piensas que es estúpido?

—Hijo, todos hacemos cosas estúpidas en nuestra vida. —Se estaba acercando para quedar a mi altura y mirarme directamente a los ojos. No era muy alta, quizá de ella había sacado mi baja estatura. —Algunos muchas, otros pocas, pero las hacemos. Todos los abuelos decimos lo mismo, pero ya tenemos la vida vista de arriba a abajo y sabemos lo que puede pasar en ella. Dedicarte a hacer música no es una estupidez. No pasarte a saludar a tu abuela sí lo es.—Me sentí avergonzado cuando dijo aquello, y tenía razón. Solo me había preocupado por no acercarme por Daegu, quizá por miedo al rechazo, pero al echar la vista atrás no recordé que ella hubiese sido cruel conmigo. Era una abuela más, sin nada en especial, quizá con más cariño hacia mi hermano que a mí pero no podía reprocharle nada. Me disculpé agachando la cabeza. —Levanta esa vista, Yoongi. Nuestra familia no debe bajar la mirada por tonterías.

—No sabes lo difícil que es no ser apoyado por nadie, abuela.

—Oh, sí que lo sé. ¿Por eso es por lo que no vienes?

—Sí. Siento que no formo parte de este sitio y que no dejan de mirarme mal.

—No todos valoran la música, cariño. No te pido que les entiendas, pero son tus padres al fin y al cabo, y te quieren. Es más, te compraron esto, —señaló con la vista al castaño piano a mi lado, y prosiguió —yo creo que si realmente no les importases no se hubiesen gastado un duro en ti.

—Tienes... razón. —Era la primera vez que me sinceraba con ella, y me estaba sentando de perlas. —Supongo que me he portado mal.

—Al menos he podido verte antes de no poder ni hablar. Queda demostrado que el dinero mueve masas. —Ambos reímos, estaba descubriendo una faceta totalmente nueva de mi única abuela aún con vida. —Que por cierto, de dinero quería hablar yo.

—No quiero nada, puedes darle todo a Baek...

—¿Cómo que no quieres nada? ¿Qué te ha metido en la cabeza este niño ahora?

—No, realmente no quiero nada. Actualmente trabajo y puedo pagarme la universidad con lo poco que ahorro, y estoy viviendo en un piso bastante barato. Cuando me gradúe podré salir adelante mejor, supongo. Creo que a mi hermano le va a venir mejor...

—Yoongi, tu hermano no lo merece. ¿Sabes lo que hace? —Negué, atento con mis cinco sentidos. Por algún motivo me importaba la vida de mi hermano en ese momento, y no era mala ocasión para escucharla. —Vive en casa y no mueve un dedo para limpiar, va a una universidad privada y no se esfuerza por una carrera que pedía a gritos hacer. Tiene lo que quiere cuando quiere, se ha convertido en un niño mimado, ¿crees que tiene derecho a quedarse con mi dinero? No, hijo, no te he llamado para nada. Si quisiese haberle dado todo a tu hermano lo hubiese hecho sin más, pero me has demostrado que necesita espabilar de una vez.

—No, de verdad, no... —Sentí que el final de mis días estaba cada vez más cerca. Cuando se enterase de aquello no me dejaría irme así como así, estaba seguro. Quizá me llevase la paliza de mi vida, y no podía hacer nada para evitarlo. —Con lo que me odia, si haces esto seguro que me borra del mapa.

 —Esa es otra, la rabieta que tiene desde que se fue el abuelo. ¿Piensa ser así de rencoroso toda su vida? —Llevó ambas manos a mis hombros y me tambaleó ligeramente para que dejase de tener miedo, recorriendo cada una de las esquinas de mi cerebro con su vista fija en mis ojos. —Min Yoongi, eres un niño demasiado fuerte como para perder contra tu hermano. Tienes más cabeza y más mala leche, no dejes que te ponga un dedo encima. Piensa esta noche cómo le vas a hacer frente, ¿me escuchas?

—Sí, pero...

—Nada de peros. —De una vez se alejó de mí, más decidida que nunca, dejando tras de sí a un muchacho que no sabía por dónde coger los estribos de su día siguiente. —Buenas noches, me alegro de verte.  

—Y yo, abuela. Buenas noches.

Con esa despedida se retiró de vuelta con los demás por las escaleras. Yo no tardé mucho en dejar de practicar mis composiciones para descender hasta mi cuarto y taparme hasta arriba con las sábanas. De cierta manera supe con certeza el por qué en mi familia todos éramos tan tercos, y es que todo venía de atrás. Dicen que lo que se hereda se salta una generación, y esa era la mía.

 Antes de cerrar los ojos me di cuenta de lo absurdo que era llevando a todos lados la sudadera rosa que Seokjin me había regalado tantos días atrás, cuando no estaba tan incrustado en mi vida.

Faltó poco para que no pegase ojo aquella noche de fríos contratiempos.

«Tan malo como parece» - YoonjinWhere stories live. Discover now