—¿Jofiel? —preguntó ella con inseguridad.

—¡El mismo! —le confirmó amablemente y con buena cara. Tenía una sonrisa radiante—. Es un gusto poder hablar contigo en persona. No me gusta que Ben haga de intermediario entre nosotros, porque hay cosas que no te dice. Además, pone palabras en mi boca que nunca he pronunciado. Me alegra mucho que puedas verme.

Joanna se había quedado estupefacta. ¡Sí que era impactante aquel muchacho! Aunque no tanto como su demonio favorito.

—¿Joanna? —Le pasó la mano frente a la cara para llamar su atención—. ¿Sigues conmigo? Holaaaa.

—¡Sí! Disculpa. Nunca antes había visto un ángel de verdad. ¿Puedo tocar tus alas? ¡Lo siento! Espero que no pienses que soy una impertinente.

—¡Para nada! —rió él—. Pero hay un problemita: no me es sencillo materializarme. ¿Puedes aguardar unos segundos?

—Toma todo el tiempo que necesites.

Cualquier cosa para tocarlas.

—Gracias. Te avisaré cuando puedas hacerlo.

Era muy amable y simpático. Aunque tenía algo que no lo hacía parecer un ángel. Jo pensaba que todos usaban túnicas blancas; no ropa común y corriente. De no ser por las alas, hubiera pasado por un chico normal y súper guapo.

Repentinamente, se escuchó una queja del abuelo, que hizo que Jofiel largara una carcajada.

—¿No te decía yo? Evan me da un poco de pena. Supongo que no le vendría mal ganarle a Ben alguna que otra vez. Dime, Jo... —La miró tan atentamente que ella se sonrojó— ¿Sabes qué pasó con tu guardián? Me tiene preocupado. No lo he visto desde hace tiempo. Solíamos divertirnos en grande. No como con el seriote que tiene tu primo al lado. Con ese sí que no se puede hacer nada divertido. No sé de dónde lo sacó. ¡Ja!

—¿Mi guardián?

—Sí, tu ángel. Todos los seres tienen uno. Tú también lo tenías, hasta hace unos años. ¿No sabes qué le ocurrió? Desapareció de un día para el otro.

—No tengo idea. Nunca lo he visto. Ni se me había cruzado por la cabeza que podría tener uno. Al único que he conocido es a Dante. Él se ha encargado de protegerme.

—Sí, pero él no es un ángel. ¿No te parece un poco raro que un demonio te esté cuidando?

—No me parecía, hasta ahora que me lo has dicho. Tienes razón, ¡qué extraño!

—Bueno, al menos lo tienes a él. ¿No? De lo contrario, estarías en graves problemas. No puedes andar por la vida sin alguien que te cuide las espaldas, no durarías mucho. Es bueno saber que anda cerca. Creo que no se atrevió a entrar a la casa, porque no quiere que te asustes. —Puso los ojos en blanco.

—¿Tú no estás en su contra por ser lo que es?

—¿Por qué? Claramente, se preocupa por tu seguridad. Que sea un ser de la oscuridad es un detalle sin importancia para mí. Lo que cuentan son sus intenciones. Ya tuve una charla con él en el parque el otro día, y me pareció bastante agradable. —Y se acercó todavía más a ella—. Aquí entre nos, no creo que tu abuelo esté muy de acuerdo conmigo. Está convencido de que los límites entre el bien y el mal no se pueden mezclar. No se da cuenta de que también hay matices. ¿Entiendes? Todo lo bueno tiene cosas malas y lo malo, cosas buenas. Es cuestión de equilibrio.

—¿Me vas a decir que tú tienes cosas malas?

—No sé. Supongo que sí. Recuerda que he abandonado al viejo a merced de su malvado nieto. —Rió macabramente.

El ángel de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora