Capítulo 11 | Sanando heridas. (Pt2)

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Sus pies tocaron el suelo y se sostuvo de los fornidos brazos de Gabriel. No sabía en donde estaba, pero el delicioso olor, hizo que su estómago rugiera. Olía a todo un poco, no sabía que olía mejor. Podía distinguir algo horneado tan dulce que le encanto y un sinfín, de cosas más, que la hicieron querer romper los esquemas de las dietas rigurosas de su madre.

Las manos de Gabriel la sostuvieron de su cintura, y la guio, la sostenía tan fuerte que ella no tuvo miedo. Porque sabía que no la dejaría caer.

—Gabriel, ¿cuánto falta? —volvió a preguntar, pero esa vez impaciente, y emocionada a la vez. Aunque los nervios no se habían controlado dentro de ella, sentía esas increíbles ansias de saber que se traía entre manos.

Escucho una puerta abrirse, un ambiente fresco golpearla y algo cerrarse. Estaban dentro, por lo menos lo intuyo.

El no dijo nada, solo escucho como su pecho se movía contra su espalda, se estaba riendo de ella. Y eso la impacientaba a la medida que pasaban los minutos. Había conocido algunas facetas de él, pero estaba dispuesta a aventurarse entre todas.

—¡Ten paciencia! —dijo, divertido.

Se detuvieron justo al lado de un olor increíble; algo dulce que se disipaba por el ambiente. Antes de que deslizara sus manos por detrás de su cabeza, y se deshiciera de la venda, Gabriel busco algo en donde sentar a Noelle y por lo menos, conseguir una buena vista.

Gabriel le indico a un mesero del restaurante que se deshiciera de la venda que tenía Noelle en los ojos, y espero impaciente justo al lado del gran ventanal que se encontraba detrás suyo. Tomo una rosa azul del pequeño ramo de flores sobre la mesa y la coloco en su mano, arreglando su ropa de forma nerviosa y titubeante.

Observo el rostro fijamente de la pelirroja, esperando que el chico se dignara en ayudarle a hacer su cometido. Los nervios se intensificaron cuando los ojos ámbar de Noelle, se deslizaron por todo el salón vacío, el paisaje y luego por su rostro. No sabía cómo reaccionar, deseaba que estuviera Alexander allí, porque al menos él le daría ideas para organizarse o al menos decirle algo bonito.

—Oh, Dios, Gabriel... —murmuro tan lento y bajo qué Gabriel sintió que todos sus músculos se tensaban, hasta querer desmayarse por completo. Esa mujer podía hacerle sentir tantas cosas—, ¡Esto es precioso!

Y le encantaba que hiciera todo para hacerle derretir.

Se acercó a mirarla y se arrodillo a sus pies, ofreciéndole la rosa azulada en su dirección. Una sonrisa dulzona cubrió el rostro de Noelle, y le miro a los ojos, deslizando sus manos por alrededor de la rosa.

—Entiendo que estos últimos días no han sido los mejores, pero prometo que hare lo que sea para remedirlo y hacer que olvides todo lo malo.

Bajo la mirada, pero antes de que lo hiciera por completo, Gabriel la detuvo. Deslizando sus dedos por la barbilla suave de su acompañante.

—¿Por qué serás tan perfecto?

—Porque te mereces eso y mucho más... —murmuro dejando un beso sobre sus rosados labios y bajo la vista para mirar lo que traía puesto—, te ves hermosa. Tu sí que eres perfecta.

Ella rodeo los ojos con diversión, ignorando por completo lo hermoso que era todo a su alrededor. Tan solo quería tenerlo cerca, saber que la ayudaría a sanar las heridas que traía bajo su piel sin curar, necesitaba eso. A él. Gabriel podía ser la luz que alumbraba al final del túnel, estaba segura de aquello. Pero también, tenía miedo, miedo de entregarle todo y que sucediera lo mismo. Que la conociera tanto como para aburrirse lo bastante. Ella era una mujer con heridas que parecían no sanar, como si alguien le estuviera aplicando limón en las mismas.

Forbidden © ( En edición 2023)Where stories live. Discover now