Capítulo 03 | Dulce tentación

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            Se quedó allí. Indeciso de si debía abrir la gran puerta o tan solo esperar que ella lo hiciera. Evaluó sus opciones una por una, y llego a la conclusión de que sería lo mismo. Todo tendría el mismo resultado. Se dijo a si mismo que los hombres no se suponían que debían reflejar ese tipo de emociones a flor de piel, así que arreglo su chaqueta, dio un último vistazo a su reloj y giro el picaporte, listo para ver lo que le esperaba en el otro extremo.

A continuación, la oficina era demasiado espaciosa, casi tan grande como la suya, y reconoció de inmediato las instalaciones, solo esperaba que fuera mentira. ¿Cómo no se dio cuenta antes? ¿A caso era un imbécil? Intento escudriñar en su cerebro la información que su amigo le dio sobre la chica y maldijo para sus adentros. Ella era la hija de uno de los enemigos de su padre, estaba en terreno peligroso y no sabía que mierda hacer.

Quizá, pueda irme y olvidarme de todo lo que paso.

¡No! Simplemente no se podía ir, algo lo detenía. Era el olor embriagante de la oficina, la delicia con la que ella bailaba entre sus brazos la noche anterior.

—Bien... —una voz melodiosa lo interrumpió y este se giró sobre sus pies—. Pensé que solo jugaba, vaya sorpresa que me ha dado.

¿Jugar? Jamás lo haría con esa boquita de ángel que tenía. La logro ver de espaldas a él, luciendo un traje ajustado de color rojo intenso por encima de sus rodillas y unos tacones de igual color que se enrollaban peligrosamente por sus tobillos, haciendo lucir sus piernas muchísimo más antojables de lo que eran. Subió descaradamente hacia su trasero y trago saliva. Luego continuo su trayecto hacia su cabello oscuro y largo que caía en cascadas hasta el final de su espalda. ¡Vaya mujer!

Cuando recupero su voz, comenzó a hablar sin titubear, sin apenas darle algo de entrenamiento a su voz ronca.

—Le dije que lo haría. Los hombres que de verdad tenemos palabra, no nos andamos con juegos de adolescentes. —dijo, pasando su dedo pulgar alrededor de su labio, delineando este.

—¿Juegos de adolescentes? Lo que paso anoche fue un juego de adolescentes.

¡Cómo le estaba encantado esa condenada mujer! Era candela, y lo estaba quemando sin tocarlo. No se imaginaba si lo estuviera haciendo. ¿Qué cosas sabría? ¿Sabría cómo utilizar su cuerpo?

—Admito que la temática de la fiesta fue algo... —busco las palabras mientras se rascaba la barbilla y sonreía para sí mismo—. Inmadura. Pero, no todos podía correr el riesgo de ser descubiertos.

—Como usted, Señor Ainsworth.

Lo tomo por sorpresa, ella sabía de quien se trataba, lo conocía por las incontables cosas que se decía de él. Algo le decía que su acompañante tenía la misma costumbre suya para conseguir a una persona.

—¿Cómo sabe quién soy?

La duda lo invadía y no era para menos... ¿Cómo se encargó de investigarlo?

—Ya lo había visto, y mi secretaria aclaro mis sospechas mucho antes de que entraras a la oficina o siquiera, decidieras acercarte a ella.

—Eso es... impresionante, debo admitir.

Noelle soltó una carcajada y negó, aun observando sin un punto fijo hacia la nada.

—¿Pocas mujeres lo impresionan, sr. Ainsworth? —pregunto, retándolo y rio, haciendo que todos los músculos del cuerpo de Gabriel se tensaran.

Forbidden © ( En edición 2023)Where stories live. Discover now