Capítulo 04 | Juegos a escondidas

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—Su nombre, por favor... —murmuro una voz cercana pero que a la vez se escuchaba lejana y este sumido en sus pensamientos, le hizo caso omiso—, señor, su nombre, por favor.

Ladeo el rostro para ver al chico de cabellos rubios que se encontraba mirándolo de forma impaciente y de mal humorada de seguro había estado allí esperando por su atención demasiado tiempo.

—Alexander, Alexander Ainsworth.

El anfitrión busco a tientas en su lista de reservados, y se colocó los anteojos para acomodarse el lazo que tenía en el cuello. Hizo un ademan con la cabeza en dirección a la mesa que le tocaba y había escogido, ambos se alejaron de la entrada para llegar a la mesa. Alexander sintió que el corazón iba a explotarle en el pecho, quería salir de allí y tranquilizarse, pero algo hacia que se quedara allí. Algo lo anclaba allí, le decía que no se marchara. Una vez llego a la mesa, se inclinó un poco sobre su espalda, acercándose a su oído.

—Hola, hermosa... —susurro, tan bajo que una sonrisa ladina se asomó por los labios carmesí de la castaña que le hicieron la boca agua. Esta deslizo su mano derecha hacia la barbilla del chico y lo hizo bajar un poco, la misma lo miro unos instantes para luego ver sus labios, y relamer los suyos. A continuación, Alexander, contuvo la respiración y se acercó un poco para susurrar.

—Hola, guapo... —su aliento olía a cerezas y contuvo la respiración, era tan delicioso que no podía contenerse, por lo que irguió su espalda y se arregló la chaqueta para alejarse, y sentarse en la silla que tenía enfrente.

Las palabras de Gabriel crearon una sensación de cosquilleo en el pecho de Noelle, y sintió que el corazón se le iba a salir por la boca. Se quedó unos instantes sin saber que decir, tan solo con la mirada intensa de Gabriel sobre ella misma.

—Gabriel, por favor... —susurro bajo y débil sobre el escritorio, este la tenía aprisionada contra el desorden de papeles que se dispersaba a su alrededor. Este hizo caso omiso ante su suplica y se froto más con ella, la necesidad lo tenía cegado y sin mediar palabra, bajo su cabeza lo demasiado cerca de su oído y lo mordió, creando que esta soltara un jadeo suave.

—No me alejes ahora. —sus palabras la hicieron cerrar los ojos y se desvaneció entre la ola lujuriosa que hacía que se sumergiera, y el olor varonil que despedía su cuerpo.

Un simple toque detrás de la espalda de Gabriel, lo hizo retroceder lo bastante como para que esta, se sobresaltara. Ambos desviaron la mirada hacia la gran puerta de madera, y la silueta irreconocible de su secretaria, quien se apoyaba a cada segundo en alguno de sus tacones de punta fina. Gabriel paso sus dedos por su barbilla y esbozo una sonrisa ladina, que le arrebato la respiración a Noelle, quien le miraba aturdida desde el escritorio. Arreglo su ropa, y se encamino a la puerta.

—Noelle... —dijo la muchacha encontrándose con Gabriel y dejando escapar una risita de confidencia en dirección a Noelle—, tenemos esperando al señor Andreatos.

La expresión de Gabriel se tensó de inmediato, y Alice no pudo evitar soltar otra risita. Noelle lo había olvidado por completo, y tenía un desorden sobre el escritorio, esta se encamino al mismo, y comenzó a rebuscar el contrato sobre los papeles que su cuerpo, minutos antes había desorganizado.

—Juro que estaba aquí... —se giró para encarar a Alice—, ¿podrías decirle que espere unos minutos más?

La rubia asintió y camino en dirección a la recepción, sin decir alguna palabra, dejando a Gabriel y Noelle solos de nuevo en la oficina. Se acercó junto al escritorio, y comenzó a buscar entre los papeles que se asomaban y otros que reposaban en el suelo, había sido su culpa así que se puso a organizarlo según su nombre.

Forbidden © ( En edición 2023)Onde histórias criam vida. Descubra agora