14

8.6K 891 129
                                    


Ella ya se la imaginaba. Por cómo era el grupo, seguro sería algo como para pegarse un tiro. Estaba intrigada. ¿Una canción para ella? Debía ser una crítica tras otra, conociendo a esos chicos. Chris nunca perdía una oportunidad para quejarse de algo. Todas sus canciones eran iguales. Hablaban mal hasta de sus propias madres.

—Pero ¿no es un poco tarde? —Ella miró su reloj, y la cara de mortificación de Dante.

Su vecino la miró extrañado.

—Apenas son las dos. Es viernes por la noche, Jo. Vive un poco.

—De acuerdo. Pero primero pasaré por casa.

—Bien. —Sonrió el muchacho. Su rostro pareció iluminarse.

Él subió y las chicas entraron a su departamento.

—Me voy a dormir. No doy más. Recuerda llevarte la llave, porque no pienso levantarme a abrirte si te quedas afuera otra vez —dijo Violeta entre bostezos—. Que la pases bien con los chicos. No hagas nada que yo no haría.

¿Qué había querido decir con eso?

Dante habló en cuanto la chica desapareció de su vista. Sabía que no podía oírlo, pero sí escucharía la contestación de Jo.

—Yo no quiero ir a lo de Chris.

—Estupendo, porque no estás invitado. Sé que no te agrada. Para serte honesta, voy porque no quiero ser grosera. Nada más.

—Pero tengo que acompañarte. No quiero dejar que te metas sola en ese antro.

—¡No me va a pasar nada! Él es un amigo. —Esa palabra le sonó rara—. Te prometo que si se quiere pasar de listo como en el auto, le pegaré una patada en tu nombre.

—Eso me gusta. Prométeme que me llamarás si me necesitas.

—Lo prometo. No te preocupes, estaré bien.

—Si tú lo dices. —Pero él desconfiaba de esos tipos. En especial de ese Bobby. Parecía un criminal prófugo.

—Regresaré antes de que te des cuenta. Ni notarás que me fui.

—Sigo pensando que debería acompañarte.

—Y yo te digo que no. No tienes por qué ir si te sientes incómodo. Dijiste que harías lo que yo quisiera, y quiero que te quedes. Además, no me gustaría que te hartes de ver mi cara todo el tiempo.

—Eso sería imposible.

La chica se encaminó a la puerta, y Dante la siguió.

—¿Qué haces? —Se detuvo.

—Te escolto hasta su puerta. —Y agregó en un tono macabro—: Los pasillos pueden ser lugares muy solitarios a esta hora de la madrugada.

—Pero solo te quedas hasta que me invite a pasar la puerta —dijo ella, de mala gana, pensando que él actuaba como su guardaespaldas. No había motivos para que fuera tan protector. Después de todo, ella sabía cuidarse sola. Le parecía adorable, pero no quería admitirlo.

Dante no estaba seguro de dejarla sola, aunque no deseaba que se enojara con él otra vez. Ese día ella estaba bastante voluble y no quería arriesgarse a que lo mandara al diablo. Ya se había enfadado bastante cuando descubrió que era el responsable de arruinar todas sus salidas románticas. Decidió que lo mejor sería hacerle caso.

Ella sabía que Dante sería capaz de ir con ella, a pesar de que no le gustara el lugar... O Chris. No quería que la pasara mal por su culpa. Le hubiera encantado que la acompañase. Es más, no la hacía para nada feliz la idea de encerrarse con tres músicos en un departamento. Estaba convencida de que Dante, su demonio, lo haría mucho más ameno.

El ángel de la oscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora