Moribunda y sin aliento reposo sobre la tierra de este macabro bosque.
Miro el cielo negro recordando mi tragedia, la oscuridad de la arboleda me envuelve, el puñal me atraviesa el abdomen llenando de sangre todo mi vestido.
Puedo sentir en mi garganta aquel sabor metálico que llena mi boca.
El horror se acerca lentamente.
Este maleficio me había perseguido desde el día en que abrí los ojos por primera vez
Ella se acerca.
Yo estoy atrapada.
El llanto invade mis ojos.
La sombra de esa mujer es como el romper de un llanto desesperado, me niego a alzar la mirada, no quiero ver lo que está frente a mí.
Sus ojos son un cúmulo de sufrimiento y dolor que no quiero describir.
Mi único deseo es que todo termine rápido.
—Sola y perdida, yaces en la muerte.
Dijo una voz que me atormenta.
—Ser sin esperanzas dedicada al fracaso.
Sus gruñidos son atroces.
—Esta desgracia no es tu culpa.
Desde la oscuridad susurra mentiras.
—Toma mi mano y no sufrirás más.
Deseo que todo acabe de una vez.
Ella sonríe.
—Borraré tu existencia de este mundo condenado, renacerás como una reina.
Las enredaderas del bosque se trepan por mis brazos.
—En la muerte nunca serás libre, tú me perteneces.
Mis lágrimas rojas caen sobre el suelo como una lluvia de sangre.
—Yo te enseñaré de nuevo el camino.
El dolor en mi estómago es insoportable.
—Seguirás adelante y cumplirás nuestro destino.
Me ahogo en mi propia sangre.
—Entrégame tu chispa y cumpliré mi promesa.
Cierro los ojos con una sonrisa llena de dolor.
Con mi muerte ella jamás me alcanzaría.
Mi llanto se transforma en una risa demente.
Allí moriremos las dos, al fin todo este sufrimiento va a terminar.
Escucho unos pasos acercándose hacia mí con rapidez, abro los ojos y lo último que veo es el rostro de un caballero de brillante armadura.
—Sal de la oscuridad, abre los ojos.
Puedo reconocerlo, pero ya es demasiado tarde.
Yo ya estoy muerto.
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