Lluvia de Pétalos

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Corrí...

...Lo más lejos que pude, atravesé las dunas de arena, me adentré en la niebla y el polvo, hice todo lo que pude para alejarme de esa mujer infernal.

Corrí hasta que mis pies se sintieron como si pisaran agujas, seguí hasta quedarme sin aliento.

Caí sobre mis rodillas frente a unas rejas.

Alcé la mirada, no podía ver bien, frente a mí había una puerta hecha de metal, miré hacia atrás buscando una sombra negra.

Ella me estaba siguiendo.

Atravesé las puertas y me escondí entre unas rocas que estaban adentro, intenté calmarme, pero el terror gobernaba mi mente, no pude concentrarme, yo solo quería encontrar un lugar para esconderme de ella.

Me arrastré por entre esas rocas con forma plana, de reojo vi que en esas piedras había cosas escritas, más no me detuve a mirar.

A mi alrededor había un montículo de flores que cubrían las rocas, en el suelo había grabados y estatuas de ángeles.

Entré dentro de una capilla muy estrecha, adentro había velas apagada y un fuerte olor a almizcle.

Guardé silencio, esperé que ella pasara y siguiera de largo sin percatarse de mí, pude escuchar sus pasos acercándose, me tapé la boca para que ella no escuchara mi respiración acelerada, cerré los ojos para calmar mi ansiedad.

Poco a poco escuché como sus pasos se alejaban mientras ella continuaba su camino.

Mi escondite había funcionado.

Después de unos instantes salí de esa capilla, miré hacia todos lados sin hacer ruido, en ese lugar no pude ver ni una pista de esa mujer, solo piedras apiladas una frente a la otra como si fueran camas en un dormitorio.

Un lugar para descansar.

La niebla lo cubría todo, escuché alaridos muy a lo lejos, eran sonidos tan silentes que pudieron ser solo mi imaginación.

Caminé a través de todas esas piedras, vi que estaban talladas con cincel, tenían nombres escritos en ellas, como si fueran el recuerdo de alguien, como si fueran...

...Lápidas.

Al mirar a mi alrededor pude entenderlo, este lugar era un cementerio abandonado hace mucho tiempo

Me deslicé lentamente por entre esas tumbas, vi estatuas aladas, esculturas de serpientes, y otros animales, vi becerros de oro, símbolos religiosos como una estrella de seis puntas, y otro que era una flor de seis pétalos.

Ese lugar baldío llenaba mi corazón de angustia.

Caminé hasta un banco de metal en medio de una pequeña plaza.

Me senté en él a pensar en todo lo que estaba pasando, en todo lo que había pasado, vi mi ropa llena de sangre y recordé el rostro de esa chica que tanto había amado, recordé su rostro pálido, su maravillosa sonrisa, sus cabellos de oro...

Y como agonizaba en mis brazos, sin que yo pudiera hacer nada.

No es tu culpa —dijo una voz a mi lado.

Miré de reojo sin pensar y luego salté lejos de ese banco de hierro hasta caer al suelo.

La mujer de negro estaba a un lado de mí, sentada con las piernas cruzadas.

¿Qué haces aquí? —le grité—, ¿por qué me persigues?

Ella se quedó sentada.

La Chica de la CarreteraWhere stories live. Discover now