La Pelirroja

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Cerca del mirador había un banco de metal oxidado.

Desde allí podíamos ver las luces del cielo.

Aquella pelirroja y yo estábamos a ambos extremos de ese asiento observando el pueblo.

Durante varios minutos solo hubo silencio, yo no sabía que decir ni sabía qué hacer.

Ella sonreía de manera infantil mirando hacia la nada.

Al mirarla sentía envidia, dentro de mí todo era un caos.

Mira a esos aldeanos allí abajo —dijo ella con suavidad—, para ellos les es fácil.

Mantuve silencio un momento.

—¿Qué cosa? —susurré.

Mis manos temblaban un poco.

Ella se dio la vuelta lentamente riéndose un poco al escuchar mi voz.

Hasta ese momento yo no había dicho ni una sola palabra, tenía muchas preguntas que hacerle, pero yo no podía ni abrir la boca.

Sonreír —respondió ella.

Y luego se quedó mirándome en silencio sin hacer nada más.

Luego giró su mirada de nuevo al pueblo.

No es fácil hacer eso muy a menudo.

La observé fijamente, pero al ver la luz en sus ojos me sentí indigno de mirarla, su sonrisa era como el aleteo de las palomas al viento, ella era en verdad muy hermosa.

¿Tienes miedo? —dijo ella—, parece que estuvieras temblando.

Me giré rápidamente y miré en dirección contraria a ella, no quería que me viera así... con lastima.

¿Siempre eres así? —siguió—... o solo yo te doy miedo.

Me mantuve callado y subí mis piernas al banco para acurrucarme en ellas.

La pelirroja se acercó gateando por el banco hasta estar a centímetros de mi rostro.

Yo me ocultaba.

Esa mirada tuya —dijo la pelirroja—, parece que ocultara una historia.

Yo no podía verla en ese momento, pero intuí que ella si lo hacía, giré mi cabeza lejos de su vista con el fin de alejarme.

—A mí me encantan las historias —dijo ella con una sonrisa amistosa—, si quieres contarla a mí me encantaría oírla.

Amarré mis piernas entre mis brazos creando una fortaleza casi impenetrable.

En verdad me encantaría saber cómo un viajero como tu termina saltando por la ventana de un orfanato —siguió diciendo.

Ella me había visto en el orfanato.

Me di la vuelta y la observé temeroso pensando que ella se estaba burlando de mí.

Quiero conocer tu historia.

Ella se estaba burlando de mí.

Estuve escondido entre mis piernas un largo rato, sentí su respiración muy cerca, no podía levantar la cabeza.

Su aliento rozaba mi piel.

Cuéntame tu historia, extraño —dijo—, quiero saber quién eres.

Al mirarla sentí que sus ojos destellaban admiración, ella me miraba amablemente y su sonrisa parecía sincera, en aquella mirada no había ninguna malicia, ella solo estaba feliz, eso era todo.

La Chica de la CarreteraΌπου ζουν οι ιστορίες. Ανακάλυψε τώρα