La Noche de las Travesuras

338 99 0
                                    


Un carruaje de color blanco metalizado y sin adornos nos esperaba justo en la entrada, ese carruaje era llevado por caballos de un largo pelaje como en los cuentos de hadas.

Era de noche, pero la ciudad estaba tan llena de luces que no se notaba.

La pelirroja tomó mi mano suavemente para que yo la ayudara a subir al carruaje, luego me subí tambaleándome un poco y ella se rio plácidamente de mi torpeza, noté que cuando ella se reía era mucho más hermosa de lo que ya era, no podía alejar mi vista de su rostro, y ella actuaba como si no supiera que yo la veía.

Desde afuera, alguien interrumpió a la pelirroja y le puso una corona espinosa en la cabeza.

Ella sonreía como si fuera una princesa.

Al mirar a mi alrededor a mi mente volvió la idea de que todo esto tenía que ser un sueño.

Los caballos que tiraban del carruaje galoparon por las calles más importantes de esa ciudad.

Vimos desde mimos callejeros que regalaban sombreros invisibles, magos que levitaban en el aire, brujas que preparaban pócimas de amor, gigantes que vendían manzanas de caramelo, gnomos que hacían peluches vivientes, hasta hadas que confeccionaban collares luminosos con el mismo material que usaban para darle brillo a las luciérnagas.

Había decenas de cosas que convertían ese lugar en un país lleno de magia y fantasía, pero nada más asombroso que la sonrisa de aquella pelirroja que superaba con creces todo lo demás.

Ya sé dónde podemos ir —dijo ella muy emocionada.

La pelirroja salió del carruaje de manera precipitada escapándose por las calles de la ciudad, me sorprendí por lo que hizo, salté del carruaje como lo hizo ella, hubiera sido más fácil pedir que los caballos se detuvieran, pero ese carruaje mágico no tenía ningún conductor al mando de sus riendas.

La seguí por un bulevar lleno de gente divirtiéndose, ella se dio la vuelta para mirarme de reojo y cuando lo hizo empezó a caminar más deprisa hasta alejarse de mi vista, mientras la perseguía pude oír que ella se reía a todo pulmón jugando a hacerse la fugitiva, mi cuerpo estaba en excelentes condiciones, pero por algún motivo ella era más rápida que yo.

No me alcanzarás —gritó ella mientras corría.

Sonreí al escucharla y me abalancé sobre mis pies para tomar impulso, ella gritó eufórica al darse cuenta que yo iba tras ella, pero corría tan veloz que yo no tenía ninguna oportunidad de alcanzarla.

Atravesamos una multitud que nos veían correr como dos niños problemáticos e inmaduros, las gentes se apartaban asustados creyendo que chocaríamos con ellos, pero a mí solo me importaba no perder a esa chica que corría tan veloz que su capa roja volaba en el viento.

Eres muy lento, Lechuza —gritó ella a lo lejos.

La pelirroja se descuidó justo al decir esas palabras así que extendí mi mano con la intención de tomar su brazo, pero ella logró zafarse y siguió adelante como un sueño inalcanzable, ella me había esquivado tan rápido que ni el viento pudo notarla.

Ella era un fantasma.

Alcé la mirada y vi que ella estaba sentada encima del techo de una tienda, sin darme cuenta habíamos corrido hasta un parque de ferias repleta de un gran bullicio, las luces se reflejaban en la pelirroja como reflectores de pasarela, y desde el suelo yo observaba su innatural cabellera.

Yo me sentía insignificante ante ella.

¿Necesitas un descanso? —preguntó de manera altanera mientras reía como una niña.

La Chica de la CarreteraWhere stories live. Discover now