Episodio 3 -Comida de tiburón

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Dos días atrás saque de un apuro a Evaristo, en el momento no creí que fuera buena idea por lo que tenía que hacer, servirle a las personas, cuando yo nunca lo hice antes, pero le tomé el ritmo rápidamente.

Fue lo mejor que me pudo haber pasado por varias razones: La primera: estaba consiguiendo experiencia, y estaba soltándome un poco ya que soy muy tímida con extraños amables. Lo segundo: estaba consiguiendo propinas, solo tenía tres días y ya tenía sesenta y cuatro dólares bajo el colchón. Y la tercera, pero no menos importante: estaba lejos de Wyatt y Susana.

No soy una mala amiga, o no me considero yo misma como tal, ya que no se qué concepto tienen ellos dos de mi, que son "mis mejores amigos" según yo. Pero distancia era lo mejor para nosotros, en esa nueva atapada de sus vidas; era mejor que no estuviera muy involucrada, contando con que el esposo y yo fuimos amantes por... ¿Cuánto tiempo? Quizás dos años o un poco más, interrumpidos, claro.

La distancia era tal que ni si quiera comíamos juntos, los de la cocina comían a una hora diferente a los que servían, no éramos los últimos, pero tampoco los primeros.

Cuando Giorgio el supervisor de los camareros y primo de Evaristo me notifico que una de las tres mesas que estaban en mi zona estaba ocupada, yo le sonríe genuinamente. Consideraba cada cliente una oportunidad más para conocer personas, ver sus reacciones a los platos, incluso llegaba a interactuar muy bien con algunos.

Me gusta ser camarera, me fascina, aunque sé que solo tengo tres días, interactuar directamente con el cliente.

Tengo un libretita de apuntes en donde pedía las sugerencias para una próxima vez, por si algo no les había agradado. Por lo general los demás camareros hacia la típica pregunta ¿Cómo ha estado todo? Era por salir de paso, mas yo como cocinera me interesaba por saber un poco más.

Mi libreta tenía más de cinco páginas, aunque mis letras eran un poco grandes en molde, muchos de los comensales opinaron al respecto abiertamente.

**

Me quité los zapatos mientras sentía como al poner los pies en el suelo frio del vestidor de los camareros, mis pies se relajaban.

– ¡Al fin! – dijo mirando atrás mientras pasaba las manos por mi cabello estirado en una coleta de caballo.

El encargado, Giorgio nos felicito por otro día de trabajo excelente y nos notifico que no había habido accidentes ese día. El día anterior a Megg Esposito se le cayeron unas copas, gracias a Dios fue en el área de comida y no entre los clientes.

Un aplauso colectivo se escuchó seguido de unos grititos por nuestra parte.

Mientras los demás hablaban y dejaban sus cosas fuera de los casilleros para que lavasen los mandiles negros yo tome mi bolso, me deshice de la coleta y poniéndome mis cómodas zapatillas deportivas salí de allí despidiéndome de todos.

A la salida me encontré a Wyatt, paré en seco al verlo allí, tenía tres días sin hablarle y eso era extraño en nosotros. Pero dada la situación, ¿Cómo buscarle, mensaje arle o llamarle? No lo sentía prudente y tenía que respetar a su ahora esposa... Susana.

–Hola, Drew– me saludo mientras se llevaba un cigarrillo a la boca.

Paré mi caminata y suspiré.

Wyatt por mucho tiempo estuvo a favor del antitabaquismo, pero un tiempo después, por problemas con sus familiares y su constante estrés, recurrió a la que siempre odio. Yo suponía que algún problema tenia, ya que no siempre tenía un cigarro en la boca, él solía salir a fumar entre trabajo si acababa de discutir conmigo o con Susana, incluso con el jefe de cocina.

Drew ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora