"Mmhm, sí." Mordí mi labio y Lauren besó mi hombro. 

"Me alegra, desearía poder dormir contigo todos los días." Mi boca se curvó en una amplia sonrisa, pero no pude mantenerla en pie por mucho, porque entonces la ojiverde hizo un movimiento y su miembro empujó nuevamente mi parte trasera. 

"¡M-Mmm...!" El gemido se escapó entrecortado de mi garganta y quise darme un puñetazo a mí misma por torpe, estúpida, y todas las maldiciones juntas. 

"¿Qué...? ¿Qué ocurre?" Se apoyó en su antebrazo para levantarse y poder verme, con una expresión preocupada, reconfortaba mi cintura a masajitos, pero el solo hecho de que se moviese un centímetro hacía que las corrientes siguiesen su camino hacia mi centro y el resto de mi sistema. 

"Es que, t-tu... L-Lauren tu... E-está-" Pude a duras penas articular. Captando al fin las señales que mi cara le brindaba, ensanchó los ojos y se alejó despaciosamente. Lauren no era estúpida, ella sabía que si lo hacía bruscamente sólo ayudaría a aumentar mis nervios. No quería que se sintiese rechazada, así que en cuanto fui capaz, me volteé, sentándome a su lado. "L-lo siento, yo no..." 

"No, no. Camz, fue mi culpa. Debí, uhm, advertirte sobre esto." Fruncí el ceño, dándole a entender que no sabía de qué hablaba. "Es normal, tener genitales masculinos implica alguna que otra erección por la mañana. Disculpa, debí decírtelo antes pero ya sabes, no es fácil sacar el tema a flote." Me sonrió a medias, queriendo alivianar la vergüenza.

"Oh, jamás había oído de eso." Me esforcé por no desviar mis ojos hacia abajo, pero al cabo de unos segundos, lo hice de todos modos. La vista me avivó como fuego y quise extender una mano para acabar con la curiosidad y hacer lo que fuese por darle placer, ese que ella misma se negó hacía unas horas sólo para dejarme descansar a mí. 

La ojiverde aclaró su garganta y nuestras miradas se encontraron, me puse como tomate. "Son casi las once. Será mejor que nos vistamos, las chicas podrían venir en cualquier momento-" 

"No me da vergüenza." Dije como quitándome una bandita de la herida. Lauren me vio desorientada. "No me da vergüenza tomarte de la mano n-ni besarnos. Eres... T-te quiero, y eres..." No había una palabra para describirla, así que me vi obligada a desistir, suspirando. "Me gustas muchísimo, y no hay nada malo contigo. El problema ha estado en mi vida desde siempre y se llama ansiedad. No puedo controlarla a veces, pero mi terapeuta dijo que las cosas mejorarían cuando consiguiese sentirme más segura de mí, más confiada." Entre todo, ella ni siquiera se inmutó, me permitió mi espacio, para dejarlo salir y liberarme de esa pesada carga. "Pero eso es muy complicado y mucho más cuando todos en los pasillos me ven." 

"¿Te molestan?" Noté el creciente enfado en su ceño. Tan linda.

"¡No, no! Ya no más. Bueno, esa no es su intención, pero a mi cabeza le gusta preocuparse por cualquier cosa y cuando me ven contigo recibo demasiada atención, esa es la razón por la que me carcomen los nervios. No es nada relacionado con que me vean contigo, sino que el simple hecho de tener tantos ojos encima... Me hace temblar como chihuahua e incluso me siento así de pequeña frente a todos." Rasqué mi antebrazo cabizbaja. 

"Camz... ¿Por qué no lo dijiste antes? Yo podría-" 

"Es algo difícil, Lo. Pero no quería que creyeras otra cosa, por eso... Prefiero que lo sepas ahora, antes de que sea tarde." Su mandíbula se marcó levemente. No lucía molesta, sino preocupada. Me aterraba pensar que mi ansiedad pudiese interponerse entre nosotras, pero era mejor que lo supiese por mí, a enterarse cuando me viera teniendo un ataque de nervios en medio de la multitud de adolescentes chismosos. Además, en tal caso ella no sabría qué hacer y sería todo aún peor. Me dio impresión sólo de imaginarlo. 

Sweet Hell (Camren G!P)Where stories live. Discover now